No Releer
La sala de espera es fría, los asientos incómodos. Todo está iluminado con la artificialidad de lámparas fluorescentes y Eduardo Cárdenas percibe una hostilidad innegable en medio de la esterilidad del ambiente del hospital. Una voz sin ánimo llama su nombre e indica la puerta número siete. Interrumpe el tren de sus pensamientos que tanta fatalidad lo llevan a arrastrar consigo. Se detiene ante la puerta y toca tres veces. A todas luces esta es una experiencia familiar, recurrente, tiene la certeza de haber estado aquí antes y haber escuchado la misma voz incorpórea. Se pregunta cuantas citas ha tenido, cuantas citas tendrá de nuevo. Parado frente a la puerta de madera pintada de blanco con un letrero azul con número blanco revisa su reloj dando las 10:30. Una voz del otro lado de la puerta dice: “adelante”, una voz que cree recordar. En el consultorio divisa varios títulos en la pared, un escritorio de madera adornado con detalles simples pero estéticos, una computadora encendida...