El Canto del Nephilim
I
1. La Gran Obra
Que es un dios para un ateo? Un ente invisible e inservible, un opio placentero para los débiles? Cómo hace uno para mantener esa posición cuando el dios baja de su áureo trono y baja uno a uno los escalones? Cuando la tierra se estremece al Él emitir sonidos de su boca, cuando las nubes se desintegran al tronar de sus dedos? Qué puede decir uno cuando lo ve caminar sobre el agua o sostener el relámpago con sus dientes? Muchos siempre dudan de la existencia de una deidad y tal cosa es sana. Es necesario dudar siempre de la realidad. Yo por otro lado no dudo, pues he visto en abismales ojos negros la suntuosa veracidad de su existencia.
El sonido de címbalos, trompetas, cornos, cuerdas. La sutil mezcla de misteriosos metales con rechinantes cuerdas de tela tan tensa, que vibran a la misma frecuencia de elementos cósmicos superiores. Los siniestros sonidos más graves, aquellos que invocan fuerzas prohibidas, remanentes bestiales de nuestros estados más primitivos; los cuales nos dan poder para realizar actos tan inhumanos, hasta podrían definirse como demoníacos. Bestialismos siniestros que ponen a la tela de la realidad a temblar; hasta el momento de casi rasgarse para unirse de una nueva forma caótica y carente de ley.
Recuerdo oír las negruras preternaturales y las luces sempiternas, bailar y resonar en una armonía sagrada invocadora de dioses. Escalar a los áureos montes, castillos flotantes por encima de las nubes, penetrar las doradas murallas y observar la ciudad de seres exiliados en un mundo que les debería pertenecer. Seres hermosos pero decadentes capaces de infundir un asco siniestro que destruyera la mente para llevar a los hombres a buscar su propio fin. Malditos a crear un ser inferior para depositarles sus defectos y ponerlo a sufrir con sus manos a manera de negro sacrificio.
El poder de la música siempre me ha traído una paz inmutable y una verdadera vida, algo más que este estupor disminuido que torpemente llamamos vigilia. Aún si me obliga a ver las siniestras sombras que todos compartimos, por lo menos me permite imaginar un idílico mundo, resultado del crecimiento inevitable de la especie, donde los poderes más prohibidos para nosotros ahora, son tan solo los juguetes para un bebé. Hablo de esas visiones perfectas y armoniosas producto de la apoteosis de la humanidad. Donde cada ser humano es la vasija torpemente labrada de una deidad; pues la música al igual que toda forma de arte sacro, nos acerca a dios. Nos acerca a ser dios.
Yo desde muy joven he comprendido el poder sobrenatural que se le atribuye al arte, pues no por menos se tenían por sacerdotes supremos y acólitos de los dioses superiores, a quienes portaban los dones del arte en la más recóndita esquina de su propia alma. Yo sabía de los danzantes chamanes de la árida sabana africana y los cantantes guturales del distante y misterioso Tibet; aquellos hombres con quienes algunos se han recluido a meditar tras abandonarlo todo y han vuelto como portadores de una misteriosa luz. Los cantores de la que una vez fue capital de toda injusticia, cuyos vestidos resplandecientes de blanco y dorado resuenan profundamente al igual que sus misteriosas voces sanadoras; por las bóvedas de una catedral llena de misteriosas luces de colores y los símbolos perdidos de un evangelio que contaba de la alquimia de multiplicar panes y pescados, de transformar el agua en alcohol con solo el aliento y hasta de arrebatar de los brazos de la muerte a aquel que se lo habían llevado ya. Similar a los chamanes de la antigua América, que mascan pastas de hojas sagradas y cantan disonantes poemas brindados por los dioses como verbos para la realización surreal de su propia voluntad. Así es, el arte es sagrada no solo en las culturas de Roma o Babel; desde que el hombre abrió sus ojos consciente de sí, comprendió que sus pinturas con sangre narraban en las cuevas cantos brindados por entes más allá del río de lo tangible. Será acaso la confirmación de una fuente creadora, de la que todos somos tan solo una diminuta partícula más para alimentarla como un pez en su estanque? Será más bien que nuestras mentes de manera implícita han conjugado con misteriosos compuestos innatos en la tierra que nos permite la conexión misteriosa entre los cerebros que viven y que han vivido; una deidad que conformamos todos? O son los cantos de ángeles, demonios, nephilim y extraterrestres que vibran en frecuencias misteriosas y nos brindan las doradas manzanas que nos permiten crecer para proveer más caos al universo?
Yo la verdad me hago estas preguntas todos los días y tras febriles espantos de pesadilla y visiones anormales de aquello que no existe; después de nadar en las aguas de ónice del vacío y gravitar en su densidad permitiéndole consumirme, bucear entre la siniestra entidad que obliga a muchos a vivir con verdades y odios que tiñen sus cabellos grises, las cuales los seducen a buscar la muerte de ellos y los demás. Yo he llegado a saber que existe más de aquello que traspasa el denso y grueso velo que conforma nuestra percepción de la realidad; infinitamente más que las minúsculas migajas de alumbramiento que conforma nuestro entendimiento de las fuerzas que actúan sobre nosotros. Algo como el destino de volver a caer ardiente, tras abandonar el seno de nuestra madre y pretender volar a los espacios del cosmos.
Recuerdo con ternura los años de mi juventud, cuando canté y trone los instrumentos del hombre; la tierna e ingenua esperanza de aliarme en un coro oculto que traería a los oídos una nueva forma de la verdad. Poder soñar con llenar de poesías encriptadas con los datos que ocupaba la humanidad para crecer. Para ejercer su voluntad y desarrollar su potencial, indiferentemente de la negligencia de sus dioses y la iniquidad de sus demonios. Sí! Yo también portaba este regalo como una vibración inaudible entre los giros de mi cerebro y los tendones en mi corazón.
Con el paso inevitable del tiempo terminé por transitar en callejuelas oscuras para visitar clandestinos conciertos, crecer mi percepción escuchando cantos poéticos y ver las imágenes, resultado del complot con artistas genios, marcadas de simbología sagrada para el crecimiento de mi alma. El arte se ha convertido en un medio para transformarse en deidades y la tecnología es una alcahueta que felizmente cataliza la transición. Me convertí en lo que podría considerarse un coleccionista, buscando siempre nuevas experiencias, nuevos cantos, nuevas prácticas de lo viejos ritos. Con el tiempo no solo eran los conciertos a los que iba la persona promedio, cada vez eran más clandestinos, cada vez el secreto de su existencia era más misteriosa y más reservada. He llegado a un punto en que no puedo mirar un almacén viejo o una mansión abandonada sin sospechar de las siniestras orgías musicales, narcóticas y sexuales que en esos palacios de lo prohibido se han practicado. Curiosamente no coleccionaba solo experiencias, ni solo partículas de iluminación; ahora me encontraba bebiendo el néctar que lanzan a chorro las flores de bocinas inmensas y bajos crepitantes, bajo la luz purpúrea de pantallas con geometría sagrada y cantos del rechinante vinilo. En este punto he sentido los dedos de los ángeles recorrer mi espalda, los labios áureos, endulzados con miel y ambrosía de musas egoístas y seductoras bañan mis memorias mientras cada uno de los álbumes me brindaba en noches oscuras una partícula de divinidad; un atisbo de la verdad.
Cada uno de los sephiroth's ha ido abriéndose lentamente, dando lugar a la apertura del siguiente, como el efecto dominó que genera la apertura de una compleja cerradura en mi mente. Lentamente comenzaba a tener atisbos de una misteriosa puerta que comienza a abrirse, los guardianes de tales procesos iban siendo convencidos uno a uno que era necesario para mi crecimiento, y el de todos los demás, ser ahora cómplices en la tarea elaborada de crear mi iluminación. Tras meses y años de continuo estudio detallado, no solo de los libros prohibidos y las líricas siniestras que relataban mis canciones. No solo la mera revisión de las metáforas que descifran los rituales perdidos, si no de las fuentes literarias de tales anomalías. La detenida escucha de cada una de las notas e instrumentos, cada luz y sombra incrustada en el sonido, así como el estudio de sus notas y ritmos. En fin, desmenuce y deconstruí la melodía hasta sus componentes más fundamentales: la matemática. Tras numerosos cálculos y funciones algorítmicas de enloquecedor proceder, llegue a entender las sombras que moran tras las máscaras de deidades que les hemos puesto. He llegado a comprender los susurros revertidos y los ecos siniestros tatuados en partes ocultas de los récords, vinilos y cassettes. El arte iconográfica enmarcada en los libritos que adornan las portadas y guían en la comprensión de la obra musical, me ha dado elementos para meditar por días o meses en torno a la destilación y mezcla de elementos que resucitan al ocultismo y la prohibición. Con todo este estudio he llegado a abrir la puerta que lleva a los callejones oscuros de mi alma, a la parte más maleable y primitiva de mi mente. He llegado a asignar funciones específicas a pequeñas gemas de mi conciencia y verlas cumplir con avasallador éxito. He llegado a blandir los poderes de mi voluntad y enfocar hacia la irrevocable optimización de su potencial. Entender los secretos que trae codificado el arte lleva a que el hombre se ilumine. Entender las sombras que yacen tras esa luz, lleva que el iniciado observe que la luz la produce un espejo negro que le permite verse a sí mismo. No hay transformación del plomo en oro si no hay primero una transformación y finalización de la Gran Obra por parte de quien osa atentar contra el orden de la naturaleza. Pues sí, es innatural el acto de ascender y buscar con los dedos rozar a Sophía; lo natural es morir infestado de gusanos y jadeando con cuevas en la carne y blancas pastas en los pulmones. Lo natural es ser olvidado y los restos tenerlos enterrados a la edad de 30. Lo natural es irse de manera tan insípida y superflua como el desorden y el dolor que nos dio vida.
Y pensar que hasta ese momento mi aventura tan solo comenzaba.
2.Noche de Pan
Con el tiempo muchos álbumes se añadieron a mi colección y en verdad me volví lo que muchos llaman un sabio, no solo en el ambiente de los acordes y armonías, sino que también en la ciencia tras ello; en la magia tras de ello. Ahora mis creaciones aportan a muchos iluminación y comprensión de su propia realidad. Aquellos dignos les logre brindar a la piscina de agua mansa de donde nace el árbol de la vida para que pudieran por largo rato verse reflejados en la nada. Los vinilos con los que se mezclaba el menjurge secreto, el elixir de la vida, traían los misteriosos símbolos y las líricas corrompidas por ideas que la humanidad aún no debía tener. Irresponsable por no decir más, era mi tendencia a mostrarle a los hombres aquello que su especie debería esperar para poder ver. Más mi carrera era contra el tiempo y la prisa por momentos me entorpece, pues donde hay uno como yo hay mil que buscan cegar y desinformar. Si yo doy luz, hay un millón que buscan dar ignorancia. Sí! Ya no estaba embobado bailando bajo el encanto de otro hechicero, de uno de esos ilusionistas que cantan en antiguo egipto y le roban su cara a Nefren-Ka. Poco a poco terminé utilizando mi colección para brindar a los hijos de Adán lo que siempre quise poder dar, ahora soy portador de una verdad. Una pieza del rompecabezas que, apropiado sea el nombre, le abriría los sesos de par en par a alguien si le brindara estos axiomas sin destilar.
Las sesiones son casi sagradas, en un club clandestino en un barrio decadente de la capital. Se llega por medio de una serie de túneles apestosos a excremento que no se han vigilado desde que se fundó la nación. En una cámara secreta debajo de una iglesia destruida por el destino, en una inmensa habitación donde los tesoros del cielo debían residir encerrados bajo tierra como si pertenecieran al infierno. Era justo que si los fieles jamás verían las riquezas del Cielo, yo las apropiara y utilizara los recursos para brindarles la luz y mi minúscula verdad. Así se restauró y se fortificó para que esa arca no sufriera el destino de la Iglesia. Pronto las luces, las pantallas, las bebidas y las ostias serían entregadas. De esta forma fue como dí a luz en aquella gruta al club “La Catedral”.
En un principio no éramos nada, así que decidí que se pasara la voz, y fue bueno. La voz era verdad y la voz prometía verdad, la voz era poder y la voz daba poder. Tras 7 días de dejar oro en arcas apartadas de la ciudad, y las voces recorrer el campo urbano y susurrarse en callejones, tras musitarse en esquinas, pronto me ví a mi mismo lidiando con más gente de la que debía caber en el lugar. Pronto nos quedamos sin vino, nos quedamos sin pan. Luego no eran solo sabbats los que brindamos; en un abrir y cerrar de ojos, me encontraba viviendo de noche para predicar mis cantos y durmiendo de día. Ya no era un coleccionista, era un vampiro esclavizando con mi música a miles cada noche. Pero, qué es un vampiro si solo da a los demás? Acaso el acto en sí de vivir en esta forma me coloca como una figura más apócrifa y peligrosa? Necesitaba mi sostén, necesitaba el néctar sagrado que me diera la inmortalidad, pues por más que lo disfrutaba, el dinero y la carne de lujuriosas acompañantes era incapaz de saciar mi oculta hambre. Mi cuerpo era feliz pero mi alma comenzaba a resecarse y acartonar.
Lo que logré es blasfemo, prohibido por todos los libros que he leído, tan solo mencionado por encima en tomos rescatados de los incendios, con las páginas aún quemadas en las esquinas. Imaginé que si lograba con mis mensajes dar algo y generales dependencia, de la misma forma podría tomar algo de ellos. Temía que la dependencia y la adicción pronto nacería de mí. Mis miedos fueron falsos y mi experimento un triunfo. Puedo constar en esta crónica que todo lo observado solo tiene el poder que el observador le adjudica. Todos los íconos, símbolos, figuras arquetípicas y protocolos rituales tan solo sirven si el que observa y practica tiene “fe”. Tan feo me parece ese concepto, la idea de embobarse a uno mismo lo suficiente para poder darse poder con estos elementos. Debe ser el ingenio y la ciencia hablando, pero para que algo funcione no debería requerir de la creencia del receptor.
Tengo razón, pero en el ámbito equivocado. No podemos esperar que las fuerzas que imperan el mundo externo operen de la misma forma el interno. Entonces, cómo podría la física valerse de la fe? No la necesita, pues si no hay quien crea o mencione el nombre de la gravedad, esta no deja de ser. Al contrario pasa con elementos internos, la fe mueve montañas si son las montañas de nuestro universo interno. La fe en la gravedad hace que camines en los sueños, la fe en una deidad la hace brindar su luz durante los momentos de oscuridad y le da mas aliento al cuerpo para tolerar el dolor, el hambre y el horror. Cuando hablamos de estos mecanismos, lo hacemos fijando la atención y la intención, sincronizándolos y jalando del viscoso abismo un ícono para poder enfocarnos más hasta coagular nuestros deseos en el mundo material. Operamos con fuerzas en la mente, operamos con el potencial de cada individuo. En mis conciertos es igual, el DJ es solo tan bueno como los visitantes creen que es. Los símbolos sagrados solo funcionan si tienen relevancia en el contexto donde toco. Hay un lenguaje más sutil que las palabras, más simple que los números, más primitivo que la música misma. Hay elementos recurrentes que asoman su rostro cuando los invocamos y vienen con diferente rostro y diferentes palabras, pero al fin y al cabo con la misma idea. La idea es el alma del símbolo, de la palabra, de la deidad. En fin, podría pasar todo el día explicando que hice y no entenderían por que yo tampoco entiendo del todo que hice. Tan solo encontré simbología adecuada y la sincronicé con música y lírica de diversas orquestas y múltiples poemas. Recalcando y comparando estos elementos arquetípicos con el deseo de ser visto por mis entusiastas de la misma forma que verían estas figuras. Así nacio la idea que fue chispa para el incendio que me dio de comer. Mientras la música y las imágenes parpadeaba en las pantallas y sus ojos con pupilas dilatadas formaban un espejo negro que me permitía ver eter fluyendo hacia mí. Sentía los fantasmas de su conciencia abriendo una puerta con todo su colectivo. Sentía mis dedos tocar la hendidura entre ambas mitades y la sentía agrandarse. Estaba sintiendo un flujo de luz que venía hacia mí, diría que blanco pues consumir flujo blanco de una deidad es muy reminiscente de nuestro periodo postnatal; la más pura de nuestras infancias. Sí, me sentía nutrido por aquella que llaman Sophia, Nuit, Isis, Europa; muchos nombres y rostros, pero la misma vestigial necesidad de ser alimentados por nuestra madre. Nutrir no solo la carne, sino el alma. Esta idea podría ser vestigial pero se basa en la verdad que la lactancia nutre la mente y evita el desarrollo de enfermedades en esta al envejecer, pero en este instante la ciencia no importó. Los poderes que vendrían a mí, la energía con la que podría ejecutar mis metas y anhelos; la verdad la ciencia talvez podría explicarlo con el efecto placebo, pero no importa, nada importó en ese momento.
La canción “Vlad” se hizo una de las más populares y estuvo al borde de emerger en la corriente menos clandestina. Hasta se realizaron conversaciones con uno de los ejecutivos de una disquera nacional; claro esto para que dejaran de plajearnos. Resulta que entre los hipnotizados había un rostro de pánico puro, un hombre miraba con terror mientras yo impersonaba al flautista dandoles de comer a los oídos de los niños perdidos. Este hombre no tenía miedo por las fuerzas desconocidas que sucitaba mi música, este hombre no tenía miedo por las caras vacías de los bailarines vacilantes. Este hombre temía por pura y maldita envidia, nunca había tocado nada parecido. Al parecer entre los artistas hay quienes toman el intertexto y lo llevan a dimensiones nuevas, parodiando más a sus maestros hasta el punto en que la originalidad queda perdida entre tanta imitación. Si la obra refleja al artista, no queda más que preguntarse que clase de obra saldría producto de un plagio; qué podría decirse de un farsante como este.
Quise realizar la misma operación para nutrirme, esta vez para afectar a este fantoche, pero me imaginé las incalculables consecuencias de tener a la policía metida en La Catedral; ya su sola prescencia era una amenaza. No sabía que hacer y por un momento hasta sentí miedo de este parasítico colega, así que decidí enfrentarlo directamente y sin rodeos. Los mensajes y las llamadas no funcionaron, el encuentro físico no se logró pues no me lo permitieron sus guardaespaldas. Así que lleno de frustración tuve que hablarle en un idioma que entendiera, tuve que exponerme un poco a recibir la luz de la luna.
En un club a unos pocos kilómetros de mi gruta, de mi hades personal, se realizaba una contienda para enriquecer egos y bolsillos. Un premio se distribuiría entre los mejores Djs y la contienda sería una horda de novatos intentando vencer a los reyes coronados. Por cierto ese era su nombre, Emanuel Reyes; el centro de ese panteon de fantoches y copiones. Su iluminación, su verdad, no era más que un producto manufacturado en serie, debo decir que para mi sus tronos de oro y sus discos plateados me daban nauseas; pero para que dejara de copiarme tendría que vencerlo en su propio juego y callarle la boca en su propio castillo. Así fue que me propuse estudiar su material, leer sus fuentes y desmenusar hasta el más mínimo detalle de su obra. Pronto tenía yo varias composiciones y muchos archivos para improvisar, estaba listo para el combate y mis armas estaban cargadas y deseosas de dispararse.
La contienda fue larga, en vez de enfrentarnos a los famosos, empezamos por comernos entre “los pequeños”. Uno a uno los novatos comenzaron a temblar y enloquecer al oir mis disonantes distorciones y poderosos sintetizadores. Los bajos y agudos dibujaban formas como las líneas y curvas elaboran símbolos; recuerdo la abasalladora ovación del público cuando fui de los finalistas y eso que apenas era media noche. Nyx me daba su abrazo y me daba el poder para llevarme a todos a la gran Noche de Pan. Con la suceción de notas empezaba a fragmentarse la conciencia de los clientes y me los llevé neurona por neurona a mi propio palacio mental. Con una técnica aprendida de rosacruzianos, corroborada por satanistas y bendecida por psicólogos, compartí con ellos los confines de mi mente y pedí a cambio tan solo su favor y objetividad. No pedía ganar, pedía que el arrebato de su fanatismo lejos de la mano del Rey, fuera por voluntad propia. Entonces comencé a tocar ante la corte cual payaso cósmico y poco a poco los goznes de sus bocas empezaron a ceder. La primera en caer era la avispa, Joselyn Barrantes; quien tras oir los truenos de la tormenta que la hizo naufragar en otra vida se arrodilló y renunció al dios de su familia. Así cayó el alfil.
Luego me enfrentaba a la torre, Marcial era despiadado en su música y su apodo le calzaba bien. Era una mole de más de dos metros y pesaba como obeso pero en pura masa magra, verdaderamente abominable. Curioso era que su mente era casi tan gruesa como las paredes de su cuerpo, pero cuando tuvo visiones tóxicas de las desgracias que le trajo a sus pasadas amantes juró dejar de tocar por siempre. Espero que no practique lo que creí oírlo susurrar, pues sería su fin.
Luego seguiría Angélica, una de mis viejas amigas de cuando empecé en este sucio mundo. Ella fue una vez mi mano derecha, deseaba con tanto ainco una fémina para acompañarme a reinar tanto arriba como abajo pero no supe aceptar su negativa. Uno de mis viejos errores fue abandonarla; su nuevo error fue interponerse en mi camino. Angélica o “Angelik” dotaba de toques sacros a su música con cantos corales y alusiones al pan y al vino. El problema con su personalidad es que no le temía a respirar bajo las alas de los ágeles e inhalar sus esporas, no respetaba el beso amargo del vino, ni la niebla aturdidora del incienso. No trataba con respeto las ostias y de hecho, venía bendita a tocar siempre. El problema de esos estados alterados es que son arma de doble filo y es un pequeño umbral de concentración sanguínea donde esas bendiciones ayudan. La mente se torna maleable, y la razón o la ley dejan de tener sentido; esa fue su perdición. El estruendo de oir a los ángeles caer nunca se olvida. Desearía tanto no haberla roto en aquel espectáculo, pero la desición de saltar al vacío la dió ella.
Seguidamente cayó Venus, la consorte de Emanuel. Su verbo era Esmeralda, pero el que adoptó en el escenario le brindaba más misterio. Su música era muy romántica y llevaba a quienes la oyeran a sentir y palpar el amor, pero bajo la pretención armoniosa de sus notas emergía un brío más siniestro. Dominación, poder, manipulación; los hombres para ella eran piezas en un tablero para manejar. Lo sé por que bebí por un tiempo de los labios de esta harpía polígama. Normalmente no vería problema en invitar gente a la fiesta, talvez no me hubiera opuesto si me lo hubiera mencionado en vez de hacerme perder el tiempo con promesas de un mañana. Con esmeralda fue diferente, no pretendí hacerla perder; no quería verla caer. Es una lástima que el horror no lo brindaran mis notas, sino las manos de Emanuel unos días después. Maldito bastardo.
Aún así la ovación del público seguía respaldandome, la gente remunera bien a aquel que los hace sentir libres; no obstante beatifican a quien los hace ser libres de verdad.
Debo confesar que en verdad disfruté el Magnum Opus de Emanuel, “Keys of Heavensgate”. Un bajo tan bien modulado y constante, sincronizado con los latidos cardíacos en estas condiciones. Distorciones y “beats” que narran una historia por sí mismos sobre el camino arduo para superar las dificuldates. Se dice que “D-King” lleva a quienes lo escuchen a bailar con dioses y ángeles. Los baña en una luz que viene de arriba y los llena de un júbilo que no pueden explicar. Reyes siempre supo manejar la audiencia para su propio beneficio y esta vez no fue excepción. La gente con sus sesos maleables por las ostias ilícitas aullaba de júbilo y pasión pero sus símbolos eran pobres y agotados. La gente danzaba y le aplaudía, sí, pero tan solo por que no conocían nada mejor. Su gran obra vino y se fue, las luces se apagaron y el ensordecedor aullido en unísono me dió nauseas. Este plageador no me iba a ganar, no lo iba a permitir.
Tenía de los más corruptos menjurges una composición que lo haría temblar. Lo más cercano que el siglo XXI ha visto a magia negra. La pista ya producida era, no obstante, tan solo el vehículo sobre el que se montaría un andamiaje de de improvisaciones, de otras pistas, sonidos archivados en mi computador y de fragmentos de un mix marcado en vinilo. La pista empezaba con una cita del filósofo que los nazis tomaron por profeta, luego con otra de uno de los más oscuros magos ingleses y finalmente una de un alquimista y psiquiatra. Las tres convergían en tal perfección que armaban un poema y dictaban el nombre de la cancion con mi voz tras muchos filtros y distorciones: “The Abyss”. Las disonancias y los cantos gregorianos. Los violines desgastados y los tambores de guerra. Mi obra lo tenía todo y parecía ser producto de la más negra alquimia que moldease los sonidos para covertirlos en un siniestro canto. Ante la orgía sonora todos comenzaron a caer arrodillados, víctimas del cansancio que brindaba bailar a la inusual tonada que les brindé. Absortos de rodillas, con sus ojos contemplandolo a ÉL, con Su símbolo marcado en mis pantallas y los oscuros colores mostrando mezclas que nunca debieron existir. Recuerdo que uno de los escuchas comenzó a convulsionar y seguridad lo removió cual si fuese un deshecho; un indigno que osaba jugar con fuerzas que no podía manejar. La energía que inundaba el lugar comenzaba a verse tangible en el aire. Yo controlaba las luces pero, pero las luces comenzaban a parpadear ante mí y generar visiones que no debían ser. Trataba de mantener mi mente atada a este plano, trataba de controlar esto pero era imposible. Ahora sí había empezado a involucrarme con fuerzas prehumanas y veía los símbolos emerger de la pantalla como hologramas y a los danzantes reflejar al cosmos en sus ojos. Las luces parecían enlentecer su tranasición y ahora mostraban cristalizadas en el aire las imágenes de galaxias y nebulosas rojas. Planetas como Carcosa eran visibles y por un momento, podría ver algo similar a dos sacerdotes aplaudiendo. Uno era de vestiduras amarillas y llevaba una blanca máscara sin expresión, con una runa pendiendo de su cuello. El otro, un hombre de color con sus ojos maquillados como los ojos de horus, con ankhs invertidas y negras hendidas en sus mejillas, sus túnicas de carmesí y sus doradas joyas me recordaban a un faraón borrado de los registros.
Mientras esto pasaba volví a ver a Reyes, sus cabellos se veían grisáseos por las luces estrogoscópicas, su rostro envejecido por el ángulo. El Rey había sido conquistado y por un momento, sentí que tocaba con las manos a aquel que estos dos monjes siniestros anunciaban como deidad. Por un momento se visualizaba en el aire nublado del club imágenes del espacio, del tiempo. Después de lugares más allá del espacio, en un momento después que el tiempo haya extincto su llama. Entre las sombras ví algo, creo haber visto algo. Era todo. Era nada. Un vortice eterno de caos erizaba mis espaldas y mis ojos hervía. Mi rostro era desfigurado en una expresión de terror perpetuo mientras veía la fuente de todo el caos de este universo, durmiendo y yaciendo plácidamente fuera de nuestras dimensiones. Cuando sus infinitos ojos se sentían chupar la aborrecida luz de ese espacio caótico y posar su atención en mí, cuando sentí los negros flagelosy las espirales de vacío succionarme, ahí no pude más y desperté. No sé si las nieblas narcóticas de los visitantes me contaminaron o si mi bebida fue maldita con DMT, pero debo confesar que nunca en mi vida había tocado música de esa forma. Probablemente nunca lo haga. Emanuel Reyes había caido, pero no escuché ni una sola ovación al respecto. Cuando la música calló y las luces se apagaron tras un breve instante, las luces bañaron todo el club para hacerlo ver como si fuera de día. Aquellos que vinieron comenzaron a marcharse en calma y en silencio, tan sobrios como no lo estaban previo a mi participación final. El animador vino a mí mientras esto ocurría y anunció mi victoria en vos baja y tranquila, me dio un sobre con las conquistas y una cajita de metal recubierta en papel café a modo de regalo. “Esto no es parte del premio, se lo envía el amable señor de la mesa 7” En las mesas no había nadie, todos se marchaban calmados salvo por un individuo. Vestido con una sudadera negra y su gesto en una sonrisa impía. Su cara era casi invisible y mi horror se hacía palpable. Jamás usaría lo que esta en esta caja sin importar que sea. Había silenciado a Emanuel pero fue una victoria cruda. Me sentía como si hubiera ganado a costas de la humanidad entera, sentía la amenaza de los flagelos provenientes de afuera del cosmos crepitar sobre mi piel.
Reyes se fue del club para nunca tocar más. Castigó a su pareja por una nueva infidelidad y los hilos rojos que lo unían a ella y al narcotráfico le llenaron las vestiduras de rojo. Terminó por crecer en este campo varios años despúes de este día. Terminó teniendo dos 1911 teñidas de dorado y usar vestiduras hindús de vivos rojos. Al final murió como vivió, bañado y atado de escarlata, con tantos huecos en su alma como en su cuerpo y su mente abierta de par en par a todo aquello que la humanidad no debía ver. El hierofante habrá tenido las llaves del cielo, pero nunca entro en él.
3. El Maestro del Templo
Justo lo que no quería ocurrió. Si emergí de las sombras fue solo para embarrar la cara de este intento de capo a lo largo de la pista de baile y enseñarle como se conjuran entes antiguos a travez de la música. No quería atención. No quería fama. Tuve que esconderme y reinventarme para así no volver a tener que salir del anonimato. Mi nombre durante las noches era ahora “Bishop”, vestía ahora las mismas túnicas escarlata del faraón negro y la misma máscara del sacerdote amarillo. Mi logotipo no sería más una cruz invertida como antes, ahora ostento el innombrable símbolo de quien, según evangelios perdidos, es hastur. La runa más similar al símbolo de mi visión no era en realidad la abominable espiral del signo amarillo sino una mezcla entre esta y el ojo que todo lo mira, los fans le llamaron el signo rojo y ví que fue bueno. Cada semana la oscura misa sería oficiada y aquellos que viniesen a mí darían un vistazo en lo prohibido. Llegué a poder contratar animadores para mis visuales que se volvieron locos tras transmitirme Terabytes y Terabytes de su trabajo. No pasaron muchas semanas antes de que las revistas y los blogs me mencionaran en aquella fatídica primer noche de Mayo.
“Absolutamente Perturbador”
“Un Fantasma ataca Voragine”
“Bajo la Rosa: el incógnito ganador del festival anual en Voragine club”
“Death Mask descubierto”
“Herramienta de Destrucción Masiva”
Recuerdo el sutil homenaje a Poe que brindé con mi disfraz aquella noche, una máscara de calavera y astas de ciervo. Vine a enfrentar al Rey vestido como la muerte roja, y tomé su vida igual que en la historia. Siguen los rumores aún hoy y no se calman, pues nunca se supo mi identidad bajo la máscara, más allá de la gruesa niebla opiácea que separaba a la horda danzante de mí. Ni Reyes supo que lo golpeó. Mi nuevo alterego nació también de la necesidad de haber superado la prueba final antes de poder ser declarado Maestro, claro si no fuera por que yo mismo me inicié con los óleos de mi sudor, de no ser por que mi ceremonia fue igual que todos los nacimientos y todas las muertes. Solo.
Ahora podía adquirir un nuevo nombre, un nuevo rostro. De cierta forma era el mismo jovencillo tratando de hacer sonar bien una guitarra, de otro modo era completamente nuevo. Un nuevo ser al que no me atrevería a llamar humano. Tras toda esta lucha por fin había logrado permear el canal de parto. Ahora era mucho más grande de lo que había sido jamás. Las recompensas fluyeron como oro líquido y las misteriosas luces no cesaron de presentarse durante las orgiásticas danzas tribales en mi Catedral.
En todo este tiempo la necesidad nunca asomó su triste y horrendo rostro. Pero eso no la detuvo de manosear mi cara y voltearla al misterioso regalo que me dieron aquella noche de Walpurgis. La caja ha permanecido en mi mesita de noche y hasta una noche de Agosto decidí abrila. Todo empezó como un sueño, al menos creo que era un sueño. Tiene que serlo.
Me encontraba tocando en una de mis actuaciones con mis vestimentas satíricas y mis astas de siervo. Acto seguido noté que no había audiencia. El lugar se encontraba completamente desalojado. Entre las sucesiones de luz y oscuridad de la luz estrogoscópica se dibujaban por ratos las bancas de una iglesia. Imágenes residuales manchaban mis ojos con visiones de orgías por parte de curas y monjas, profanaciones de los símbolos cristianos y otros indignos intertextos sacados de Sade. Posteriormente veía animaciones en mis pantallas que empezaban a ceder su lugar por videos snuff de gente con su rostro marcado con el símbolo rojo. Pronto los cuerpos desmembrados y mutilados atestaban mi Catedral con su olor a sangre y podredumbre. Lentamente se comenzaban a hinchar y su proceso de degradación ocurría frente a mis ojos; mientras gusanos y moscas revoloteaban en las cavidades de sus cuerpos, mientras bailaban y la sangre y linfa brotaban de sus heridas. Era tan vívido, no entiendo en absoluto que estaba pasando casi podía sentir las moscas caminando en mi rostro, el vaho de los cuerpos inundando mi olfato. La niebla espesa con el hedor de la muerte dificultando mi aliento y hasta ser salpicado de fluidos cuyo origen prefiero desconocer. Entonces puse atención a sus movimientos, se retorcían, sus articulaciones fallaban y sus huesos se resquebrajaban en medio de un paso o tras un salto. En este carnaval de la muerte parecía no poder empeorar mi contexto hasta que lo abominable sucedió. Se armó una asquerosa orgía necrofágica entre los cadáveres que ya no bailaban, copulaban entre todos mientras la sangre inundaba el blanco pisso de mi catedral, sofocando la esperanza y la vida. Entre el sincicio de carne y muerte la música cedió su lugar a los gemidos y roces de carne, luego hasta eso empezó a enmudeer y quedé escuchando algo mucho mas sencillo. Latidos, un corazón palpitaba y por su frecuencia tan baja, no era el mío. Alguien más estaba aquí.
Vislumbraba entre la niebla una figura negra, la misma figura negra que recordaba de la noche de Walpurgis. Justo en el medio de la evacuación de la Voragine, la figura encapuchada y sonriente estaba de nuevo frente a mí. La capucha había cambiado y no era ya de un solido negro. Ahora tenia marcado un ojo en el centro de la capucha, lo que redirigía la atención lejos del rostro; pero no lo suficiente para ocultar la sonrisa sardónica que ha tenido todas las veces que lo veo. En mi mente he llegado a llamarle “Laughing Man”, pero sé que lo que hace no es para nada gracioso. He leído de estos visitantes, sé como atacan. Recupero mis sentidos y tomo control del sueño, cambio la melodía por algo que vaya a atacarle, pero antes de recibir el embate de los ritmos musita algo:
“La caja, abre el regalo. Come del fruto.”
A continuación la música que reservaba para estos casos comienza a retumbar y su cuerpo es englobado en el sincicio. Lo veo morir mientras una orgía canibal rasga su cuerpo y mastica su carne. Sus arterias se desgarran mientras tocan sus nervios como cuerdas y profanan hasta sus huesos. Nunca olvidaré el sonido que hacían mientras chupaban la carne de sus huesos para luego morderlos y beber la médula para sonreír con esa extraña mezcla de tejido primordial, sangre y grasa aún brotando de sus bocas.
Desperté sudando y con un ferroso sabor a sangre en mi boca, el olor de la muerte no se marchó hasta tres días despues y mi curiosidad ahora ardía como un incendio imparable.
Las luces de neon purpureo que adornaban mi apartamento me impactaban el rostro, algo curioso pues jamás duermo con ellas encendidas. Reviso mi hogar para serciorarme de no haber sido invadido, nada. Luego agarro la cajita, me sirvo una copa de vino y enciendo un cigarrillo, preparo mi pieza con un poco de calmante. Me siento en la mesa sumido en un estupor y todos los vicios acomodados en la mesa. Me sobo la frente con mi mano, trato de entender mi situación. Yo sé que no es solo un sueño, es un ataque, no debí darle importancia pero mi intuición nublaba por momentos mi lógica. Decido abrir la caja y, aparte de las siniestras pastas azules, encuentro una carta. Parece de Tarot, pero sus imágenes son abominables en extremo. Enciendo una vela y a la luz de las llamas la carta muestra unas letras purpura y brillantes; parece tinta termoreactiva. La carta tiene mi símbolo enmarcado en la cara posterior, lo que me llena de pánico mientras la caliento. Las letras arman una frase, un código. Sé el tipo de código que es, son las coordenadas que se utilizan en una aplicación de GPS. La frase no es confiable, debe ser un anagrama, debe ser otro código; maldita molestia, si querían ser discretos bastaban otros medios menos molestos o tediosos. “El canto del Nephilim”, solo eso dice, tiene que ser nombre código para algo más, me niego a quedarme con esta mediocre pista. Reviso en mi celular qué información puedo encontrar de estas criaturas que me sea útil. Son una raza de mestizos, productos de la unión de ángeles con humanos. Parece la asimilación hebrea del semidios, mencionados en génesis y narrados como hombres y mujeres de gran poder. Hay publicaciones que mencionan ciertos libros biblicos como ejemplos de libros alquímicos, otras como grimorios. La verdad es que leer de ellos me recordaba un poco a las ideas de Nietzcshe con su cuento del superhombre. Talvez tenía algo de verdad en el sentido de ser la culminación de un hombre que ha crecido en espiritualidad al punto en que esta se transmite al mundo material, talvez es un mestizaje entre remanentes de civilizaciones antideluvianas o con extraterrestres. La verdad no importa tanto por que de todos modos muchos de estos conocimientos se han perdido y no pueden ser utilizados ya. Pero me gustaba la línea de pensamiento que brotaba de mi mente con tan minúscula semilla. Definitivamente tenía que ir a este lugar, definitivamente iría a descubrir los propósitos de este individuo.
En este momento yo solo sospecho que en los momentos en que tocaba el individuo vió en mí el potencial para convertirme en uno de esos acolitos y milagrosos profetas, talvez ya lo soy y no me he dado cuenta. Es extraño pues no siento que ande buscando respuestas, no siento que el pueda darme nada, sólo más preguntas y eso es bueno. Según aquellos que veneran el caos las preguntas son el mejor regalo.
Tengo que ir. Las coordenadas me da la dirección de un club, “Mandala”. El logo era un ensamble de diversos símbolos de geometría sagrada y las imágenes del lugar daban testimonio de estar decorado con discretas luces y espacios muy cómodos. Este no era un lugar para bailar decadentemente como en mis raves, era algo más afin a un loungue o un templo. Unos días pasan y me dirijo al lugar, llevo mis ropajes en el auto para estar preparado por si algo inesperado ocurre. El camino lo pasé disvariando conmigo mismo sobre estas imágens, estos símbolos y su significado. Debo leer más de Jung.
Un mandala es la representación gráfica del universo, sea en su instante de creación o su instante de final, esto no importa. La tradición es clara respecto a eso y a la inmensa ayuda que representa un mandala a la hora de meditar. Al fijar su atención en estos símbolos de existencia el usuario logra entender verdades sumamente improtantes y con el tiempo, lo va dotando de nuevos elementos hasta llegar a comprender que al meditar enfocado en el universo, el usuario medita enfocado en sí mismo. La representación no es solo del cosmos sino del cosmos desde la perspectiva de quien realiza el mandala, espor tanto una extención del usuario y una declaración del usuario como resultado inevitable del universo. La vida consciente es a nivel cósmico algo similar a la especialización de neuronas en el proceso evolutivo de la biología. Los seres pensantes son una forma caótica, desordenada, peligrosa e inestables pero son lo más cercano que llega el universo a poder entenderse a sí mismo, de la misma manera en que el individuo medita y ve que es parte del universo, tambien comprende que el universo es parte de él. Pues nada existe si no hay quien lo observe. Modificar el mandala, darle nuevos elementos, nuevos símbolos, nuevos arquetipos, le permite al usuario añadir esos elementos a sí mismo, hacerlos más prominentes y, escencialmente, poder llegar al balance de todas sus virtudes y defectos. Conciliando los conflictos internos, el individuo ahora puede enfocar su atención e intención en conciliar conflictos externos. Entonces, el mandala es una herramienta, es un arma, le da poder a su usuario; yo en los usos que le doy lo tomo como una representación gráfica de la mente. Utilizar esto permite racionalizar elementos tan abstractos como la mente misma y con ello la experimentación le permite al usuario realizar lo que su sugestión le permita hacer. Como he dicho antes sin fe no se puede hacer nada en cuando al dominio interno, pues la fe ablanda los duros constructos mentales y permite la obtención del poder y potencial que poseen estos constructos para transformarse. Yo solo hago música pero, me cabe preguntarme que pasaría si alguien con el catalizador adecuado pudiera exteriorizar en el mundo material ciertos elementos de su mente. Pensaría la gente que es magia?
He llegado. El viaje se hizo más corto por mis febriles disvaríos pero ellos me preparan para lo que iría a encontrar. Los símbolos alusivos en la tarjeta estaban por doquier, la horda de zombies danzantes estaba también aquí pero lo unico muerto eran sus mentes. Por todo lado caminaba como si fuera mi hogar, sabía que en algun momento alguien llegaría a hablarme por que, como si no fuera obvio ya, este lugar claramente era la máscara de alguna secta o culto siniestro controlándolo. Por un momento por supuesto que añoré poder volver a los viejos días de lidiar con locales controlados por narco, pues esta gente es mucho peor que esa mafia con delirios de grandeza. El poder de unos yace en la ilegalidad de su tráfico, el poder de ellos yace en los símbolos y su dogma. Ambos son en cierta forma drogas, unos le dan sentido a la vida a través de su llamado a partes secretas y olvidadas de la mente, otras fornican con receptores cerebrales y producen orgasmos atípicos que dejan al usuario adicto. Hay algo donde los símbolos y los dogmas dejan atrás a los compuestos químicos, esto es la versatilidad que ellos pueden tener, su inespecificidad. Una droga da una serie determinada de efectos, pero un símbolo puede dar tantos efectos como el usuario desee, de hecho el símbolo es tanto un reflejo del usuario como de la idea que intenta transmitir originalmente. Espero en una mesita sin decir nada mientras un DJ toca ritmos menores, no bebo nada por que sé lo sencillo que es maldecir una bebida. Mi rostro está oscurecido por gafas grandes y mis demás facciones estan dismorficas no solo por las luces, sino por encantos realizados. Al principio no podríá decir que esperaba éxito en esos experimentos, pero hasta cierto punto convencerme que no ven mi rostro los convence a ellos que tampoco lo ven.
Unas horas despúes, al menos así se sintieron, llega un hombre delgado vestido de negro a mi encuentro. Elegante, con una corbata plateada y el pelo acomodado hacia atrás, su rostro de razgos muy marcados y casi esqueléticos pero con una nariz prominente y curveada. No era para nada atractivo, pero sus ojos brillaban con un misticismo aterrador, casi como si el blanco que reflejaban viniera de una luz en el fondo de su retina. Una mirada tan llena de intención que me hizo sentir como hacía años no mesentía, me intimidaba. No podría decir que era enteramente humano.
El hombre me miró directo a los ojos y podía sentir que me calzinaba el alma y me llenaba de temor. No dijo una sola palabra pero deslizó una tarjeta hacia mí, sabía que era. Le pregunté sin rodeos sobre el canto del Nephilim.
No dijo nada. Su expresión cambió a una distinta y señaló al DJ. El joven lo miró y con sumición corrió a darle algo, un acetato. El disco traía las protecciones de papel grueso completamente blanco, la pasta era completamente transparente salvo por la calcomanía en el centro que traía escrito el nombre. Un disco, todo este desmadre por un disco; y yo pensando que iban a sacrificarme a Moloch o algo por el estilo. Pues no, el album en efecto era lo que me prometieron, traté de hablar con el hombre pero no me dijo nada. Lo único que me dió fue la misma sonrisa que me dió aquella vez en la Vorágine. De vuelta en casa lo único que podía hacer era contemplar el disco, no quería tocarlo. Me daba miedo. No había ni abierto el tocadiscos y yo ya sentía que estaba haciendo algo malo, como esos momentos en la infancia en que el pecado es tan evidente que uno casi puede verlo mancharle las manos con una espesa goma negra.
Era claro ahora para que se me habían entregado las azuladas resinas, producto de abominables sueños. Estas no son como la mayoría de compuestos, de hecho, ni podría decir que son compuestos. Sus efectos inducen la locura y hacen a los que comen de su seno buscar el abrazo de Tanatos, pero siempre en una sombría inconsistencia, la farmacología no puede explicar esto. La intención de esa secta, decirle logia no me parece apropiado, es que escuche el album bajo los efectos de las pastas, de las ostias insantas. Por supuesto soy precabido que eso. Antes de siquiera escuchar el disco sobrio debo averiguar más sobre él, sabiendo lo que hacían en el MKU no me extrañaría si intentan forzarme a suicidarme con mensajes invertidos; la verdad esta gente no me inspira la más mínima confianza. Mi intuición no me miente y no haría nada jamás sin antes estar completamente dispuesto.
Mi verdadera prueba empieza ahora. Sin ninguna capacidad para recavar pistas sobre este extraño album, lo único que puedo hacer es meditar al respecto. Me dirijo a portales encriptados en sectores prohibidos de la red, donde probablemente encontraré información al respecto. Tras días de revisar los foros que ameritan la carcel para muchos, tras escuchar verdaderos cuentos de horror, lo unico que he logrado encontrar son un puñado de rumores. De entre la selva de mentiras ahora tendría que decodificar la verdad. Dicen que un hombre es tan solo un cúmulo de secretos, bueno bajo esa lógica estee album es en sí mismo una persona; pues no solo sus rumores son salvajes e inenarrables, sino que sus secretos deben ser igual de inexorables. Tomé un compendio con los mitos más probables, aquellos que brindaban un escalofrío en mi espina y una negra sombra en mi corazón, los anoté todos en un papel y realicé lo mismo que había realizado antes para brindar a este plano ciertos símbolos. Medité hasta poder entrar a mi palacio, mi templo personal. En el templo del que solo yo gozo tengo colecciones variadas de recuerdos, libros, mis conocimientos desplegados de unaforma ordenada; una forma sencilla de visualizar momentos importantes en mi vida, algo así como darle una interfaz más amistosa al usuario para la computadora que es mi cerebro.
Justo en esa sagrada casa de mi mente, comienzo a desmenuzar las ideas como si fueran débiles cuerpos de luz hasta que uno de los rumores sobresale. La evidencia no respalda ninguno, pero este es el único con datos que puedo cotejar, otra cosa importante es que es el único en incluir alusiones a la derruida capital de mi empobrecido país. Cuando eso lo noté todo lo demás hizo clic y las pistas solo comenzaron a ensamblarse en un nuevo texto para leer. Ahora tenía con qué coagular una verdad de entre tanto rumor, destilar la siguiente pieza del rompecabezas. Era obvio que averiguar más sobre los dueños de Mandala club no sería una buena idea, uno de los fragmentos de verdad es que hace poco se vieron envueltos en un escándalo y tan rápidamente como la controversia nació, también se silenció sin nadie enfrentando cargos y mucho menos cayendo recluso. Caminar hacia donde ellos de nuevo solo me haríá encontrar un fin prematuro. Luego estaba la otra opción, ir a visitar a uno de los dueños previos del album, un productor importante con el que había conversado sobre el plagio de Reyes. Se supone que Enrique Miraflores ha estado incapacitado desde hace tres meses, poco después de la última vez que hablamos, el hecho que el camino me esté acercando a Reyes me da muy mala espina.
No está en la UCI del Calderón como me informaron, la gabacha blanca y los credenciales falsos me abren las puertas a donde mi voluntad se dirija; pero sigo sin poder encontrarlo; esto hasta que por casualidad pregunto por la ubicación del servicio de cuidados paleativos. Lo que ví hasta hoy me asecha, no puedo creer que sea verdad aún hoy y en aquel entonces mucho menos. La enfermera que me trajo el expediente me vio cara de estudiante y me ayudó a descifrar algunos de los elevados vocablos de una profesión qu en secreto adopta un nuevo lenguaje. Parecen herederos de una misteriosa alquimia pues esconden sus palabras tras palabras tan complejas que bien podrían decir que es el idioma de las aves y yo me vería obligado a creerles. Entonces, traduciendo lo leído, al parecer Miraflores había decidido irse a un retiro en la selva a consumir misteriosos alcaloides indígenas; a beber de las ostias de los chamanes supuestamente en espera de sanarse a sí mismo con esta magica medicina. El problema fue que, si mi intuición no me falla, encontro un ente poco benevolente en su viaje al plano astral. Un desbalance de las sales en su cuerpo producto de un vómito constante y profuso le dio un infarto masivo en el cerebro; literalmente lo más trágico que podría ocurrir durante estos viajes. Tras preguntarle a la dama de blanco si existía alguna investigación policial, ella me lo denegó, pero me comenzó a relatar lo que el decía durante mayor parte del día. Disparatados discursos de monstruos dimensionales, de castillos en el cielo y piramides ocultas en el continente del hielo; cosas que ella jamás había oido decir. Enrique había caído en las manos de un falso chamán y la prueba toxicológica no mencionaba metabolitos relacionados con los compuestos activos en esta suprema medicina, sino de algo mucho más siniestro. Yo he visto esta sintomatología antes.
Sus ojos estaban plasmados de una peligrosa luz rojiza tras la dilatación severa de sus pupilas, sus escleras inyectadas con vasculatura negra y profusa. Su piel pálida y acartonada como la de un cadaver, sus labios azules y esa extraña iridescencia en sus uñas. Los signos eran claros, alguien le había dado de las flores de la agonía hasta intoxicarlo, debieron guiarlo a un sector sumamente peligroso en los cósmicos parajes a donde la azulada pasta conduce. Algo se lo comió y solo escupió de vuelta la cáscara vacía de su ser. Entre sus datos personales persiste el número de uno de sus amigos en la disquera, Carlos Valverde, un agente muy conocido por estar arrancando flores del subsuelo donde yo nado y llevarlos a la falsa tierra prometida de las riquezas pobres y el dominio. Cuando lo contacté no estaba contento, seguramente por que sabía de lo que había pasado con Enrique y nuestras discusiones sobre propiedad intelectual.
“Vos. Dejame decirte que yo sospecho que tuviste algo que ver con lo que le pasó a Enrique.”
“No señor, yo tan solo discutí, pero mi situacion con él nunca fue personal. Enrique era un muro más que ponía Reyes para poder defenderse mientras robaba mi música, de hecho no tenía nada en contra de él y creame; estoy tan devastado de verlo como cualquiera. Me duele que alguien que hacía su trabajo cayera de esta forma.”
“Death Mask, yo sé que fuiste vos.Vos le diste ese maldito acetato.”
“Elabora más en eso del acetato por favor.”
“Cobarde no se haga el que no sabe. La adicción, la obsesión, la espiral descendente en que cayó por escuhar las siniestras tonadas de mundos que no deberían existir, los disvaríos psicóticos que escribía y los dibujos siniestros en su apartamento, yo soy como su familia y me tocó a mí quemarlos.” Me decía Carlos con lágrimas en sus ojos, no hablaba de un hermano o un primo como decía el expediente; hablaba de un amante.
Carlos, lamento tanto tu pérdida, cuanto me hiere saber que te rompió el corazón este siniestro evangelio que corrompió a Enrique. Casi podía visualizar el ambiente en el apartamento mientras se degradaba a la masmorra de un adicto. Podía ver como las calles de Escalante lentamente se transformaban en la cama de Carlos hasta que se perdió para siempre en una misteriosa parte de la selva donde los espíritus hablan y cantan de sus aventuras en mundos superiores. Esto era un acto de profusa malicia pero no entiendo quien podría ser tan insantamente cruel y tener mecanismos tan poderosos para permear la membrana del plano etereo y actuar así en un lugar material. Era el album, Carlos me dijo que Enrique se volvió adicto a escuchar las aureas melodías del almbum y solo pausaba cuando el entraba en la habitación. Termino dejando de comer, dejando de dormir dejando de trabajar; su vida era sólo ver el Paraíso en las notas misteriosas de tonadas transdimensionales. Dice que se le metieron a robar hace poco y lo único que no encontró fue eso y la “galeta” de Enrique, donde supuestamente guardaba unos cristales azulados que a veces ingería. Maldita sea, estaba comiendo de las flores; las mismas que me dieron de regalo. La logia tras el Mandala quería matarme o peor, por que hoy he descubierto que hay destinos mucho peores que el suave alivio de la muerte.
No me siento seguro. Carlos apareció muerto hace poco, supuestamente se suicidó. En el muro había un mandala con sus sesos incrustados y un arma en su mano. No dejó nota de suicidio, no dejó legado alguno. La policia creyó que estaba tan deprimido que rompió el protocolo que las personas suelen usar para quitar su propia vida pero para mí era claro que una sombra siniestra en absoluto corrompía cada aspecto de esta situación tan trágica. Control, el motivo era tan claro que hastame repugnaba y ahora todo comenzaba a tener sentido, la misteriosa sectra que mueve los hilos de este país movia sus hilos también del otro lado del mandala. Abusan de los símbolos y los dogmas, de las drogas y las ideas para moldear la mente de quienes los siguen ciegamente y utilizarlos para sus propios fines. Poder económico, poder político, poder. Lo que buscan estas personas es que los peldaños que los separan de un individuo promedio sean tan numerosos que cualquiera los crea dioses; seres intocables por encima de toda ley, de todo orden. Mesias negros que llevan a su rebaño a la esclavitud por que bien se sabe que no a todo mundo le beneficia un pueblo de libres pensadores y sabios. Para algunos ser controlados es necesario, para muchos esvital tener quien los vigile y los cuide como si fueran niños, el problema es que este tipo de negras sectas está retirando de las manos la elección del individuo para disolver a todos en la misma colectividad. Bsucan eliminar a los problemáticos en vez de abrirles las rejas y dejarlos correr ibremente, vuelven la adquisición de la libertad individual algo casi inalcanzable y hasta prohibido; comparable con una negra apoteosis que deberia ser reprimida a todo costo. Yo se la verdad ahora, veo los hilos rojos recorrer mi cuerpo, veo los nudos y restricciones marcar profundo en mi piel y lentamente, ahora comienzo a desatarme.
Por la vía legal no podíaconseguir lo que necesito, tras uno de mis conciertos a las 3 a.m. en un parquesito lleno de indigentes, uno memira sigilosamente y emite un silbido familiar. Me siento en la parada de bus solitaria mientras otro pobre desposeído defeca entre las grietas de una alcantarilla. La niebla y la llovizna me facilitan el anonimato de Nyx, el baho insalubre de la ciudad aleja a cualquier criminal de lino y oro; ahora solo las bestias del submundo me pueden poner en peligro y para ellos tengo armas tanto mágicas como tangibles. Un fajo gordo de billetes se oculta en mi bolsillo a la par de una gruesa navaja envenenada con bordes dentados y filosos listos para dañar. En mi otro bolsillo yace un amuleto engendrado de las más atroces orgías y marcado con los símbolos de poderosos arquetípos, diseñado no para protección sino para defensa. El elemento en cuestion es una manopla con atroces símbolos gravados, la sed de sangre impregnada en el metal negro dejaría a cualquiera trasnmutado en una plasta amorfa por su iniquidad maldita. Yo tan solo me siento y espero, deseoso de terminar con esta transacción y poder volver a esconderme donde nadie pueda hallarme de nuevo.
Una figura de negro viene a lo lejos, se sienta a la par mía y me da un cigarro. Fumamos un rato mientras conversamos, él quiere estar seguro que soy quien digo ser; yo quiero estar seguro que su mercancía es la adecuada. Vendedores de armas hay muchos, nutriendo conflicto entre pandillas, entre países, entre familias. Vendedores de droga hay más, nutriendo carencias que los usuarios no saben que tienen, rompiendo las imposiciones mojigatas de la ley para constituir una farmacia de golocinas nefastas. Brujos y chamanes existen aún menos, brindando creación y destrucción, caminando como dioses entre hombres y marcando con símbolos elementos que no deberían tener más poder del necesario. Todas estas personas son escasas por sí solas, pero la amalgama de todos los elementos es tan rara, que en todos mis años tan solo he visto a uno. Eris, así se hace llamar, su nombre y rostro muestra a nadie y habla con acento extranjero que cambia constantemente; mi sospecha es quee Eris no es uno, son varios. Una red delicada de distribuidores de lo prohibido, lo que alguien quiera lo consiguen; así tengan que escarvar de cementerios y robar de los bolsillos del gobierno. Si les pidiera matar lo harían, si les ofrezco monedas de plata a cambio por supuesto. El grueso fajo de billetes es colocado en la fría banca de aluminio mientras un bulto negro es arrastrado a mis pies. “La mercancía es lo que pidió”. No es necesario revisar puesto que pongo mi ciega confianza en estos traficantes de las sombras, en otras veces he invocado sus nombres y han respondido con calidades superiores a lo idílico. De vuelta en la catedral, han habido cambios. He acomodado parte del inmenso lugar a mis necesidades, la oscura gruta donde danzan los no iniciados se ha adaptado para recibir más personas, añadiendo un sector secreto para fungir como mi hogar y mi oficina. Pongo el bulto oscuro en mi escritorio mientras uno de los discretos contratistas recibe su paga y declara por terminada la obra. Hoy no era día de evangelios, la noche estaba para reagrupar mi ejercito y comenzar mi propia revolución. Dentro de la negra maleta hay armas, municion y drogas, todo encantado con los más secretos y abominables rituales. Dos Colt 1911 calibre .45 con silenciador, una Kriss Vector con supresor, un F2000 con supresor respectivo y finalmente, multiples sustancias y munición tanto para las armas como para la mente. Cada uno de estos elementos encomendados a una arcana deidad cuyos negros tentáculos podía ver recorrer el metal y las bolsas, con un aura negra y siniestra que me hacia helar la sangre con tan solo contemplar en el espejo negro de mi futuro para indagar que debía hacerse. Pésima idea la de intentar saber el futuro; cada desición, cada pensamiento, cada acto sucita a la existencia un nuevo mundo, aquel donde se tiene lugar y aquel en que no. La infinidad nunca es certera y al elegir quitar el velo del tiempo se ve tan solo una de las posibles elecciones y si a eso añadimos incertidumbre, brindamos a la mesa una multitud tan grande de posibilidad que le arranca los cabellos al observador y lo deja babeando inconsciente en un cuarto acolchado. Por suerte en mi mesa la incertidumbre no era invitada, yo sabía en lo profundo de mí que estos no eran elementos de ataque, sino para exclusiva defensa. Se llega a un punto en que los ritos no pueden protegerlo a uno y tan solo queda ensuciarse las manos con la viscosa sangre para poder proteger la existencia.
Toda esta protección parecía inecesaria hasta que uno de tantos días mi sueño se realizó. Entre los ritmos y los axiomas que se transmitían al público, una figura encapuchada caminó entre las masas ardientes sumidas en el trance de los dioses. La figura tan solo me miró fijamente y sonrió, sabía que podía llegar hasta acá taimado e indiscreto. La defensa aún no necesitaba recurrir al plomo y el latón, una tonada siniestra y símbolos marciales hizo a la multitud extremadamente hostil, entre algunos de los individuos cercanos a él nació la agresión y las luchas comenzaron. El era más fuerte, de hecho lo creo más fuerte, más agil, más peligroso que por lo menos 5 hombres fuertes llenos de anfetaminas. Tan peligroso como una decena de berserkers. Con una tonada cargada de ultrasonidos y un pequeño emisor de alta tecnología logré incapacitarlo y cayó inconsciente tras sufrir tonadas inaudibles que cocinaban su cerebro. En esos estados la gente es sugestible, una mirada bastó para que pocos hombres supieran a donde tenían que llevarlo; luego de eso inicar un playlist es igual que trabajar. La fiesta continua en piloto automático mientras converso con el amable visitante. El tipo tan solo masca una píldora de cianuro luego de incitarme a escuchar el album siniestro. La mirada que tenía en sus ojos mientras la espuma chorreaba de su boca y finalizaba su vida jamás será olvidada. Esos dos ojos con halos dorados en la pupila me persiguen hasta los momentos más privados de mi existencia. El cadaver se degrada rápidamente en un contenedor metálico dejando salir bahos repugnantes y burbujas calcinantes, nunca logro saber su identidad. Si la lógica y mis sospechas son correctas, la meta de la siniestra fe que palpitaba en su corazón lo llevaba a la total disolución de su identidad, ya no era un hombre, mas bien un instrumento. Un patético vehículo de la voluntad de unos pocos, un proletario obediente y fiel traicionando a los que sufren a su lado para proteger a quienes moran en las torres de marmol y marfíl mientras nosotros nos podrimos en yermos terrenos de onice y obsidiana.
Los ojos muertos y carentes de voluntad que me sobservan fijamente mientras su luz se apaga. La carencia de alma antes de masticar el cianuro. La carencia absoluta de voluntad propia, los recuerdos de un hombre que había muerto mucho antes de suicidarse. Existe quienes creen que el hombre es tan solo humano mientras en él persista voluntad, que la voluntad es fruto indiscutible del alma o es el alma misma. Yo la verdad no sé, esas partes del análisis se empapan de misticismo pero se niegan a reconocerlo, comen del árbol de la vida pero se rehusan a admitirlo; yo soy menos contradictorio en mi forma de pensar y acepto cuando no estoy seguro de algo. El conocimiento tiene sus límites. Lo que sí puedo decir es que esas imágenes aún me agobian, me asustan no solo por la inefable amenaza que representan, sino por el negro destino que encierran. Son imágenes de todo lo que no quiero ser. He llegado acomprender que eldestinodeser libre no es para todos, no cualquiera lo desea y muchos lo ven como demasiado trabajo. Yo no sé si en aquel momento yo era un individuo adecuado para guiar a tan indefenso ganado, pero no iba a poder saberlo sin intentarlo, necesitaba cambiar y el cambio solo se forja cuando el caldero se calienta y se llena con los adecuados ingredientes. Ahora pretendía jugarmelas de mesías y aceptar lo que ciertos designios oscuros me dictaban, abrazar mi destino y dejarlo materializarse.
Uno a uno los acolitos iban incorporandose. Tatuajes del símbolo rojo y señales de pacto no solo conmigo, sino con los ignotos entes que moran entre las estrellas. Señas de encarnaciones arquetípicas de dioses mayores, menores, oscuros y claros. En un instante y sin darme cuenta mi iglesia se construyó sola y me ví rodeado de iluminados y sabios deseosos de lobotomizarse; transformarse en mis ángeles.
Desde las profundidades de esta jungla de concreto y heces, ahora nacía una peligrosa secta que haría arder a sus enemigos y hundiría en el negro mar del abismo a quienes han actuado en mi contra. Uno se preguntará como vivo con mi hipocresía y de cierto digo que no la hay. Cada uno de estos hombres y mujeres laboran para mí de noche y viven sus vidas de día; son libres de hacer como deseen y fueron libres de elegir venir conmigo en esta iglesia del caos. Tras varios meses de sigilo y discreción por fin tuvimos la oportunidad de inaugurar mi insanta catedral con los ritos abominables del incienso, las ostias y los secretos símbolos siniestros. El plan de armar una impía orgía de placeres carnales y arcanos protocolos por fin lograba a materializarse. Esa noche la música incitaba la intención de nuestro secreto plan, los compuestos catalíticos yacían servidos a manera de un banquete para dioses. Tras esfuerzo y dedicación logramos grabar símbolos y mandalas en todo el piso de la bóveda, en el techo ahora estaba grabado el símbolo de El Creador. Aquel ignoto ente que con sus noscivas intenciones me había dado los indicios de todos los seres superiores y sus huellas dejadas en lo profundo de la mente del hombre. Aquel fue el momento en que la santa hecatombe se realizaría, hoy era la noche de mi apoteosis secreta. Mientras el metabolismo de la horda se alineaba y liberaba los sagrados compuestos en su sangre, la música ominosa y el festín de símbolos conmenzó a resonar. Con audífonos aisladores de sonido y tapones con la misma función yo disfracé mi intención y me protegí de los hipnóticos y segadores cantos de los hijos de los dioses. La música, los ritmos, los símbolos, las animaciones y los visuales confabularon para incitar la mas deliciosa de las orgiásticas danzas. Las mujeres comenzaron a cantar con el placer prohibido de millones de flajelos. Los hombres danzaban hasta que recibieron la felación de las diosas más prohibidas de nuestra raza. Oscuras entidades que gozaban del placer y la fertilidad de los hombres, que se bañaban en sus semillas para recibir la vitalidad del humano, dioses siniestros y tentaculares que rozaban con sus apéndices las flores de las damas para inmolar la pureza de todas hasta inundarlas de placer y nulificar sus mentes. El comando en un principio era tan solo gozar con los espíritus, entes abominables que comencé a ver aunque hubiera estado excento de los estímulos. Luego el mandato salió de mis manos y la horda invocó el supremo de los placeres, copulando entre ellos y con ellos; todos perdían la individualidad mientras sucumbían al placer de los dioses mayores y propagaban como un bendito evangelio las sensaciones que les brindaban.Una breve imagen que recurría me brindó recuerdos del sacerdote rojo, de aquel monje amarillo y los prohibidos e innombrables apéndices del Dios que mora más allá del caos sempiterno. Imaginaba al Creador soñando este instante y visualizando su prescencia, grabando en garbatos ilegíbles el código que dictaba mis actos, mis pensamientos y los constituyentes escenciales de mi propio universo. Mientras yo conducía el viaje de la horda, era inevitable que yo no viajara también.
No comprendo la anómala naturaleza de la música que flotaba como latidos en el aire, los aislantes eran perfectos, el silencio era absoluto a mi parecer. No obstante el canto de los dioses me daba las mismas ilusiones que a ellos. En el pérdido mundo que nos hallábamos estabamos excentos del tiempo, excentos del espacio y libres de las limitaciones que nuestra cárcel de carne nos impone. Caminaba con la misteriosa forma que he construido tras viajes constantes a estos planos mayores, pero nunca mi prescencia fue tan consolidada como esta vez. Ahora era uno con el todo y el uno. Ahora era capáz de sentarme en al aureo trono piramidal mientras la orquesta de trompetas flotantes jugaba en las alturas. Quería probar mi nuevo poder, con un ojo puesto sobre mi cuerpo físico danzé hasta el cansancio con los misteriosos entes que se dibujan en las noches del subconsciente. Con una mirada sigilosa en la realidad, viendola de reojo pedí permiso para unirme a la insanta fiesta y se me dieron instrucciones estrictas de las consortes dignas para la aventura de convertir mi alma en la piedra filosofal.
Esta siniestra metamorfósis borraba las barreras entre un cuerpo y otro, cada individuo era el sacrificio para la beatificacion de su alma y la aparición de un nuevo ser, con ellos transformados ahora yo recibía pago digno por ser el guía y los anómalos poderes comenzaban a trabajar. Con una mirada sigilosa y los símbolos que emergían como mandalas de luz en medio del neon y la niebla, ahora seleccionaba a las dignas de cargar la purificación final; el rito que forjaría el nacimiento de mi Nuevo Orden. Una tras otra comenzaron a fluir hacia la habitación mientras no se decía ni una sola palabra. Una a una comenzaron a gritar de placer al punto que mis filtros dejaron de funcionar. Con la guía de los seres superiores seleccioné canciones que dejaran continuar el rito, no obstante ahora era el protocolo de decaimiento; fuera cual fuera la altura que tocaron no la superarían ya. Con el rito en piloto automático, ahora era mi turno de disfrutar de los exquiscitos jugos de la carne de estas mujeres insantas. La piel caliente y húmeda, la descincronización de los alientos, jadeos y gemidos. Los incontables apéndices recorriendo mi cuerpo, el intercambio de fluidos incontables; todo esto daba un placer indescriptible que separó mi alma del cuerpo. Con un gesto levanto a las damas del aposento y sus espíritus también se elevan, mientras nuestros cuerpos fornican en el más abusado de los festines bacanales; nuestras almas ahora realizaban lo mismo. Un cristal rojo como la sangre de brillo suntuoso e intenso manaba de sus esternones y jugaba graciosamente con sus pechos. El sudor nos empapaba aún en este estado mientras ellas procesaban la anormalidad de la forma que había elegido para proyectar mi figura astral. Ahora todo lo que podía sentir era placer, las terminaciones de mis nervios fallaban en aportar tanto gusto como el que aportaba la orgíastica danza astral. Los dioses del caos negro venían de sus dorados palacios chapados con ónice y rubíes para poder espectar y algunos comenzaron a unirse a la fiesta. Luego, tras una simple imploración las diosas dejaron sus tronos de mármol y safiro para degustar también. Al principio las veía jugar con sus delicadas y misteriosas flores mientras emitían una música que jamás podré replicar ni con la tecnología más avanzada. Acto seguido movieron sus cuerpos en danzas provocativas que asomaban la voluptuosidad incomparable de sus figuras apenas humanoides. Besos con lenguas tentaculares que se asomaban hasta la carina de mi traquea, roces con dedos que dejaban su calcinante memoria en mi piel, mordidas con dientes que bebían del éter de nuestros espíritus. Las abominables diosas ahora fornicaban también en el siniestro festín y al ver el supremo símbolo marcado en el techo de la habítación, comenzaron a perder la inhibicion y un verdadero exceso comenzó a cobrar lugar. Sade se quedaría corto de palabras si tuviera la oportunidad de imaginar lo que hicimos las damas, yo, las diosas, los dioses y el avatar de misteriosos poderes transdimensionales; aquél misterioso ente que mora entre grotos y ríos negros. El climax fue tan abominable que mi humanidad quedó perdida en el instante en que mis espasmos comenzaron; verdaderamente he perdido una pureza que ni en un millón de años lograré recuperar. Cantos de placer mientras todas las damas comenzaban a estallar fueron las celebraciones con las que se anunciaba mi beatificación. Siniestras trompetas e inciensos anormales eran quemados por las diosas complacidas por la obra tan atróz mientras los dioses aplaudían y tocaban misteriosos tambores de pieles coloreadas por tonos que no ha visto nadie más. Conforme iba descendiendo de este trance supremo, iba escuchando una delicada tonada, no; era estática, ruido blanco. Mis oídos se llenaban de un torrente de sangre y ahora resucitaba como un nuevo ser. Mi templo, mi rito, mi beatificación. Por fín la causalidad me llevó a explotar todo mi potencial y por un instante, sentí la completa saciedad de toda la existencia. Por un micro segundo estuve absolutamente pleno y toqué con mi falo la perfección.
II
1. El verbo
Luego del extraño ritual que se llevó a cabo en mi Catedral, el misterioso Mandala del Creador quedó impregnado de los jugos siniestros de todos aquellos que se atrevieron a participar. El santo sacrificio para abrir las siete puertas de la mente, para limar pas asperezas que nos dividen, para disolver las consciencias y unirlas en una sola; había sido entonces exitoso. Habíamos empezado a florecer como una comunidad y pronto la Catedral no fue ya una casa tan grande para albergarnos. De día vivían sus vidas, pero cada ciertas noches, en momentos santos y siniestros mi canto escucharían para atender al llamado. Mis operaciones más misteriosas se llevaban a cabo cuando los brindaba aquí y cada vez traían a más consigo.
No pasaron muchos meses para que naciera la necesidad de abrir sucursales de santidad. Mi nombre era Bishop y ahora era por razón justificada, igual que una profesía que se realiza a sí misma como una trajedia griega. Pronto dentro de los más cercanos círculos de la Catedral, me ví obligado a ordenar profetas menores. Sacerdotes sabios que ejecutarían mi mandato y nutrirían la gran obra dandole su propio toque al mensaje. El mensaje, no tendrían evangelio que dar sino me sentaba a realizar uno. Así entonces empecé por lo más básico y dispuse crear un dogma para que lo siguieran, una parte mía sentía una poderosa energía moviendose en torno a la realización de esta obra. Mientras mascaba de las pastas azules y escuchaba la sagrada música de los hijos del dios mayor, me aislé por días o semanas dejando a pocas doncellas accederme para brindar el más santo de los placeres y los más exquisitos manjares. Entonces con los días empezaban a sangrarme los dedos por las llagas que brindaba a mis dedos manchar con tinta incontables hojas llenas de lo que mi mente sabía. Me sentía como un computador descargando información de ese abismo desordenado que moldean todas las mentes y en él cual se unen en una sagrada orgía permanente. Sabiduría de todos lo temas comenzaba a impregnarse en el papel, con instrucciones explícitas, protocolos avanzados y verdades prohibidas que harían los cabellos tornarse blancos y los dientes rechinar. De poco sirve un credo si no se permite al que lo siga el acceso a misteriosas habilidades, no solo sobre sí mismo, sino sobre la materia alrededor; pues este universo no es más que un sueño y podemos despertar la partícula del Soñador dentro nuestro para catalizar un cambio en la tela misma de la realidad. Poemas, prosas, textos varios, imágenes dibujadas por fuerzas ignotas evocadas en el trance de las flores de la agonía; la culminación de una obra solo le daba paso a la siguiente mientras mi carne mermaba poco a poco ante la ejecución de la tarea que dejó a otros muertos.
El tiempo comenzaba a derretirse y a desdiferenciarse; me era claro ahora la falsa y subjetiva noción de tiempo. Las horas eran incontables y la escritura imparable. Capítulo tras capítulo se iban apilando en mi mesa hasta que las Sophias llegaban portando su sagrada escencia para permitirme recibir más lucidez, más inspiración de la gran obra. Finalmente, lo peor pasó; no, mi cordura no fue perdida pero mucho hubiera preferido esto a la realidad. Llegué a un bloqueo. Por una semana no pude escribir una sola palabra en el papel y mi horror llegó a cristalizarse en diamantes negros esparcidos por todas mis pesadillas, pues habría dejado de escribir pero por miedo al gran Soñador, no retiré mis cadenas de penuria. Tras días y días de ayuno y meditación, una de las hermosas portadoras de escencia me dió la clave prohibida para solucionar mi problema, comunión con el Creador o al menos abrir la puerta hasta que uno de sus enviados llegue. Comí de las flores y medité con Su símbolo; escuché los cantos y rasgué mi piel para derramar el rojo tributo. Las visiones fueron innombrables, horrores infinitos permearon la membrana y el precio de mi indiscreción comencé a pagar. Los tentáculos siniestros del despertar oscuro, el enngrecimiento del sol, los ojos infinitos de eseser que mora en completa negrura; el avatar del caos. Era tan claro que ni la extracción de mis ojos podría detener la visión. Luego los rituales inmorales que acontecían como parte de la rutina de los dioses, veía el secreto tras la blasfema mofa del libro de Alsophocus.
Por un momento ví el pasado también, las tumbas masivas llenas hasta la coronilla con cuerpos bañados en cal; las cortadas de vivisecciones que dibujaban los símbolos más prohibidos y las runas más atroces. Ví los campos de muerte impregnados con simbología vergonzosa y prohibida, del sacrificio colectivo de amigos, enemigos, prisioneros y comandantes ví emerger lo más oscuro. Lo contrario de la crucificción, ya no era la apoteosis de un hombre que se coronaba como rey perpetuo; era la apertura de la puerta negra que lleva a ese espacio caótico fuera del tiempo. De la puerta octogonal, emergía un innombrable ente que taería el cumplimiento del sueño de la negra secta del sol negro. Veía la cama de tortura donde se mitigaba la carne de un niño, el ente ocupando el envase y el nacimiento del único y verdadero homúnculo divino. Luego un nombre que retumbará en mis oídos por siempre y jamás podré olvidar; un trueno maldito que traera el fin; “Wormwood”. Un viaje turístico o una expedición, veía al acolito final tocar las playas negras y quitarse sus sandalias en las arenas del groto progibido. Un hechizo que no me atrevería a plasmar en papel y un símbolo que me hizo vomitar, un hechizo insanto que despertó al regente del caos y trajo al mundo a su fin.
Veía del despertertar de aquel que mora bajo el Gólgota, la blanca esfera que todos componemos y que nos compone a todos, lo veía emerger de las cuevas prohibidas donde el dios cruel aún habla y narra de extremismos e impiedades; silenciando al hijo para que el padre peque. El duelo entre caos y orden, veía las siete trompetas y los doce sellos. Las bestias sagradas y los angeles innombrables; la revelación de Juan, esa gnóstica travesía infundada por sustancias que la humanidad quiere olvidar. Lo ví todo, lo entendí, las flores de la agonía eran la pieza que faltaba en el libro que condenó a los cristianos.
Pronto entendía que estaba en gestación una macroconsciencia, que de los velos rojos que separan al gran Creador de nosotros, emergía como una yema siniestra una sombra que yo había llamado a la existencia. De entre las estrellas blancas que emergen de Su avatar en un plano aparte, concexiones oscuras se habían realizado y ahora las muchas mentes lentamente se convertirían en una. Me sentía muy feliz, pero a la vez impotente ante el suntuoso destino que les esperaba a todas nuestras mentes. La muerte del ego ante la fusión y nacimiento de una nueva mente. Egregor.
Debí haber colapsado, sea del cansancio o de las extrañas visiones que infundían las flores, pero desperté tras varios días de dormir cuando una doncella me brindó alimento y agua. Comí del fruto en sus manos, bebí del vino de su boca, consumí la medicina que me traía y tras varios días de esto, volví a una normalidad tal que permitió la intervención de psiquiatría. Pastillas que lobotomizaron mi conexión con los dioses fueron lo único que permitió que mantuviera mi percepción del “self”, probablemente serían la unica razón por que logro contar esto sin quebrarme y beber del amargo “koolaid” que se sirve ahora. En esos días mantuve un bajo perfil, pues el horror ya había abierto el himen de esta realidad y había encarnado en un objeto maldito. Así es, tras mucho estudio, la invocación y las visiones prohibidas, yo había logrado coagular mis horrores en todo lo contrario de un evangelio. “El verbo del Egregor”. Una copia pronto era administrada a cada uno de los siete iniciados que e ofreció para ser ordenado sacerdote para este oscuro altar. La música que crearon hizo a mi cuerpo estremecerse de horror, la belleza, el horror, el orden, el caos, todos estos aspectos copulaban en un perfecta armonía demasiado inmaculada para que los oídos humanos pudieran tolerarla. Sabía que esto era el camino a una perdición segura.
2. Exención
Con el tiempo la nefasta entidad que nació de mi insanto verbo comenzó a tomar forma. Yo crecía, los adeptos crecían, Eso crecía. Recuerdo la anomalía de fiestas que ocurrían cada cierto tiempo en los bares de La California, los cantos extraños en esos parajes donde no cabe una sola alma y todos danzan en pozos perdidos reminiscentes de la ciudad de Dis. Ví como San José se transformaba en un terreno oscuro y malévolo, corrompido por los placeres y la locura que yo mismo había traido con mi insanto libro. La más oscura de todas las magias, la más prohibida de todas las alquimias, la psicología que volvio a sabios locos y la tecnología que brindo al mundo el MKU; todo ahora estaba fusionado en un solo libro de maldades.
No fue mucho el tiempo que paso antes que los hechizos de mis adeptos comenzaran a llamar la atención. Al inicio era tan solo música, colores que no debían verse y sensacions prohibidas. Unos que otros cayeron víctimas al canto siniestro de los sintetizadores mientras danzaban desnudos por días, recuerdo verlso en las noticias y sentir una gran tristeza; pero tenía paz, creo que obtuvieron lo que querían. Con el tiempo fueron depurando sus cantos y así tambien las obras de la horda innombrable que danzaba al son de estos sonidos encriptados de esoterismo. Pronto heasta pudimos realizar la fiesta en la antigua aduana y llenar de encanto con la pirámide negra.
Todo lo anterior suena muy alegre y muy lleno de victoria, casi atenta al tono de mi historia; pero debo recordar y hacer pleno enfasis en el horror que lentamente se estaba cerniendo sobre nosotros. Esa negra nube que cada día bajaba y extendía sus poliposos flagelos a lo largo de nuestro pecho, para estrujar poderosamente el latir de nuestros corazones. Cuando tantas mentes se unen de esta forma para abandonarse a sí mismos, pocas veces es con un buen fin. Por tanto lentamente vimos como el Egregor comenzó a depurarse a sí mismo. Se deshacía de los más debiles. Debí comprenderlo desde que los locos danzaron en las noticias. Conforme pasaba el tiempo las depuraciones fueron mas agresivas, pequeñás células iban desapareciendo en suicidios colectivos, donde llenaban un espacio hasta que no quedaba ya oxígeno o quemaban el lugar. El crimen también hizo su negra aparición. Asesinatos perpetrados por miembros del movimiento me llevaron a sospechar lo peor, pero el carácter íntimamente personal de los mismos me llevó a pensar que se trataba de una elección propia. Claro, apenas estaba comenzando el horror.
De toda esta misteriosa fase lo que recuerdo con más claridad era escuchar ese débil y palido ruido, estática, ruido blanco, una tonada fantasma que sonaba siempre detrás de mi cabeza. Con los días iba creciendo como un tumor que me sentenciaba a muerte; sabía que un gran cambio venía a mí pero no sabía qué. Recuerdo los placeres sin nombre que acontecieron en los meses siguientes mientras despertaba al ocaso. Mi forma era aún enteramente humana, no había sido corrompido por ninguno de los avatares, a diferencia de la pobre Venus; pero mi mente si habíá sufrido transformación. Desde hacía meses no ocupaba ya tocar la música, tan solo disfrutaba del cielo en la tierra en que se convirtió mi penthouse; ese en las colinas de Escazú. Mi día era dormir y saciar los prohibidos placeres de la carne, beber de los néctares amargos del alcohol, fumar las prohibidas hierbas y follar hasta caer dormido. De noche, el placer no se detenía, la fiesta era una orgía sin fin que me llenaba de extasis. Por un tiempo pude dejar las ruedas girar por sí solas pues esta gran obra había alcanzado su máxima automaticidad. Recuerdo que mis seguidores, acolitos y apóstoles ahora controlaban mucho más su poder, lograron destilar su cruta habilidad en pulsos más finos; cuales tentáculos que lentamente se tornaban en hilos delgados pero igual de fuertes. Ahora mi gran herramienta se convertía en el acceso a secretos sin fin, pues las noches sin festejo eran para el estudio de los más elaborados textos prohibidos. El egregor ahora me había hehco un hombre muy acaudalado; por tanto tenía acceso a libros y papiros que un estudiante universitario jamás podría soñar ver en el plano físico. La colección creció, también así mi control sobre el Egregor, por medio de misteriosos comandos y símbolos marcados en la piel de los adeptos. Al manejarlo, ahora podía controlar los propios pensamientos de estos permisivos seguidores; sabía que caminaba una delgada línea entre la cordura y la locura. Una línea tan delgada que no daba espacio para dos pulgadas de espacio; pero por más angosto que era el camino, más valiosos los premios que auguraba al llegar a la meta.
El problema de creerse en control de una entidad de este tipo es que, en su estado intangible, invisible, innombrable, hasta se puede pensar que su poder se ha apropiado; quiero decir, creí que su poder era mío en totalidad. Grave error. Domar a una bestia salvaje involucra mantener poder y dominación en todo momento, por que en verdad uno no domestica a un animal como un tigre o un lobo. Podrá enseñarsele a no morder, a no atacar con sus garras filosas como navajas; pero el instinto trasciende la lógica y a veces, la autopreservación. En el momento en que esos negros instintos emerjan se ha perdido la patética ilusión de controlar a quien es en verdad libre. Ahora, así pasa con el egregor o cualquier ente que sea embestido con la obsesión de quienes lo contemplan. Solo se requería un instante, un segundo y la intuición de este ente golpearía para que esta ignota creatura realizara su propia voluntad. Así fue.
Lo único que bastó fue un hechizo mal realizado, un protocolo interrumpido en una de las escasas fiestas que hospiciaba ahora. Se sintió muy bien volver a la Catedral, pero el objetivo era menos disfrute y más responsabilidad. Necesitaba que el Egregor no se saliera de control y rompiera las astrales cadenas que lo ataban de cometer pecados abominables y malditos; podría enumerarlos pero no quiero inducir suicidios. El horror se liberó sobre San José, Dis moderna, Meca del pecado, santuario de lo maldito; abrió su paso cual flecha para derramar sobre mi ciudad una cubeta llena de sangre. Cobrando así el pago en rubíes de escarlata agua que se le habían negado a las múltiples cadenas que lo ataban, cada una tallada ahora en el mandala del creador en el techo de mi santuario. La nebulosa e intangible creatura notó la sed que tenían las cadenas una fiesta que se vió pospuesta por ominosas dificultades técnicas. Durante el mensual baño de consagración que dotaban a las angelicales herramientas de poder innatural, todo rápidamente comenzó a salir mal. Lo primero qu recuerdo es la estática, la pesada y aturdidora nube de ruido blanco que entumecía mi cerebro, ensordeciéndolo, dejándome incapaz de reaccionar apropiadamente para ignorar los terribles mensajes que emergían del canto de mis sintetizadores. El discernimiento se me rompió cuando lentamente comencé a volver a visionar la realidad en su más siniestro y maldito esplendor. Oh incauto creador me has maldito a vivir en esta tierra tan llena de sangre, roja con el legado de incontables generaciones de intransigente existencia. Oh malditos monstruos supremos, faltos de toda empatía y toda piedad. Dioses malditos al olvido, por cuanto las mentiras dejan de nublar nuestros ojos o discernimos la verdadera realidad de sus verdades y mensajes encriptados. Loshilos de la realidad se cuelan ante nosotros para ser palpados y revisados; en algunos casos hasta cortados. Un revés aquí, otro doblés allá y lentamente los hijos transformamos la lana que nos dió nuestro padre en un acto de desobediencia más que suprema, para así traer una obra nueva, mejor y más completa que la que nuestro insanto creador nos condenó a tener. He aquí no nos conformamos con su regalo y lo usamos como amalgama para fabricar un castillo para nosotros mismos, un reino del que señorearemos hasta que su fin inevitable llegue. Para los dioses el universo debe ser algún tipo de juego infantil, una broma más sucia que la espantosa corrupción que flota en el vacío atemporal fuera de todo el espacio. Veía por momentos entre los torbellinos siniestros e incapacitantes bocas, dientes acolmillados y ojos polimorfos emergiendo en brotes cuales infiltrantes hongos que consumen lentamente a tentáculos vastos en tamaño como galacias enteras. Mi escencia ecapaba mi cuerpo llevadapor las cuatro alas respectivas dedos ángeles divinos, las alas de Isis, La Gran Madre, La iluminadora a mi derecha; Los cósmicos rayos triangulares de un cubo negro dentro del cual brilla suntuoso el ojo omnipotente de su hemicara izquierda; eran mi ala siniestra la luz consumidora de Saturno, el Rey primordial antediluviano de la desordenada tierra que fungió como cuna a la humanidad. Mi alma emergía en viajes nocturnos como la paloma que concebió al Salvador para jugar bajo la luz lunar en parajes distantes que existen en universos tan numerosos cuales la más grande de las mentes pudiera contar. Los valles etereos que yacen más allá del Stygia donde las vidas llegarán a morar. Las tierras flotantes de riscos y peñazcos que flotan en mundos que yacían como nubes desperdigadas en planetas colmena unidos tan solo por las delgadas fibras de la gravedad. Lograba por momentos transportarme a esferas más externas, más afuera de lo conocido hasta que miraba dibujarse ante mis ojos los perdidos esbozos de un cuarto; una habitación demasiado familiar. Me sentía cómodo, pero resignado en lo que se sentía un aposento familiar; una cama perteneciente a un instante perdido de mi pasado, quizá hasta de mi futuro.
Repentinamente caí cual Icaro en picada de vuelta a la realidad. Ya no más pasiajes misteriosos, no más caminar al lado de dioses indescriptibles. Un retumbar que rompió el trance siniestro de toda nuestra masa amorfa y danzante, un quiebre de los cristales azules colocados a las 6 esquinas arquetípicas del mandala supremo. La ruptura de una cadena siguió de manera inmediata al de la otra y en lo que parecíá un solo instante, todos los moduladores y frenos fueron destruídos. Mi abominable Egregor ahora era libre. Por un momento pude verlo libre de los filtros inconcientes que mi mente, la mente colmena le asigna. Oh cuando hubiera deseado poder cerrar los ojos aquí, como si arrancarlos de sus cuencas pudieran evitarme la semejante visión prohibida. Una forma de la que no hay palabras en mi idoma para explicar, nebulosas partes cuyo nombre no conozco pues el hombre no ha visto semejantes en la biología. Un grito pavoroso fluye de mi garganta en un halarido extraño y sordo. Tanto terror que no pude ni emitir un sonido humano. De pronto, en una manera tan inanunciada como se dió el orgasmo del que nació; vino el climax de su partida. Ya no estaba, y solo dejó en nuestra alma y vida su ausencia.
4.
Empezaba Octubre, consigo un torrente sin fin de lluvia que golpeaba el suelo hasta saturarlo. Recuerdo ver las arterias de la ciudad inundadas y abarrotadas por coágulos inmensos de automóviles cargados con ira y frustración. Los accidentes máß mundanos por errores infundados por el agotamiento solo empeoraban con las inundaciones en la capital por culpa de la mala planificación y un sistema de acueductos que se pensó una vez perenne. Lo cierto, lo que los políticos no desean que se epa es que San José siempre fue una ciudad para la elite y nada más para la elite. Eramos un país de campesinos con un anfiteatro, si bien ahora el palacio es de blanco metal y su cúpula brilla pálida entre un mar de gris; nada ha cambiado. Eta ciudad salvaje y agresiva es hostil hasta para las ratas que recorren sus alcantarillas, roedores hediondos que encontraremos mañana ahogados y delatará su presencia el pavoroso aroma que trasnmiten sus cadáveres. Lacarne putrefacta se llena de moscas y las portadoras de la mortandad rapidamente copulan y depositan sus huevos antes de morir; taleshuevos exlosionan guardados en diminutas herídas entre los sarcómeros y visceras del roedor. Las gusaneras se arman aisladas en un principio y comienzan a comunicarse entre sí por rutas hechas entre la carne, similares a los caminos que hunen a un pueblo. Así comienzan las conglomeraciones a agotar recursos mientras se consolidan para formar en el vientre un masivo enjambre de heces y polución. Lasaguas negras que recorren las venas del cadáver ahora buscan salida mientras la linfa se abre paso por el vientre para dejar emerjer despues el gusanero como una maraña de flores grises. Recuerdo ese primer día del décimo mes observar a una pobre asquerosa fealdad inchada hasta nopoder más y pensar por un instante en lo intrasendente de la existencia humana, me sentía no como la rata, sino como los gusanitos que emergen de su cuerpo. Inmundo, indeseado, maldito desde el instante que tuve la mala idea de emerger de mi huevo. Condenado a intentar ser más que humano tal como las larvas estaban condenadas a ser moscas.
El decaimiento de mi organización ignota comenzó paulatinamente al punto que me cuesta discernir las etapas en las qu ese dió. Durante esta primer semana noté cómo dos de las sectas donde se daban las celebraciones benditas tuvieron que cerrar. Una por redada policial donde decomisaron las santas ostias que teníamos para endulzar a los neófitos, todas las inocentes sustancias nos fueron decomisadas y el Dj, emisario de lo sagrado, termino tras las rejas al encontrarse en poseción de polvos albinos colombianos. Cuanto pesar me dios su partida pero en esas circunstancias él no era bueno para mí. El egregor se habíá ido y era su propia entidad ahora, no obstante cual Lucifer en el antiguo testamento, de vez en vez hacía mi mandato si estaba dentro de su capricho. De aquel flautista sigiloso no encontraron cuerpo, devorado de maneras inexplicables por un ser traido de planos superiores por nuestra siniestra súplica. Ahora el segundo, tierra de perdición en medio de los avernos de la California; comprado de nuestras manos por un miembro de la al que preferimos no molestar, venganza caerá sobre él por cuanto mató a mi segundo emisario. Otro crimen sin huella, otro desaparecido sin relevancia. Los medios se engañan y permiten que la secta continue bajo sus propias narices. Diría que las perdidas me afectaron pero aquellos que se fueron de una sede aparecieron en otra, adictos a las sagradas tonadas y los ritmos siniestros; embobados por los símbolos y los hechizoz, sus mentes ablandadas por las ostias prohibidas.
La Catedral, ese centro oculto y olvidado por el pueblo pero conocido por todos nosotros por cuanto e la piedra sobre la que se edifica nuestro palacio; grande y populosa ha crecido ostentando a centenas, casi millares de personas. Así fue, con esta congestión anormal que perdi otros tres de mis discípulos. En dos lugares, el recinto en Liberia y el otro en Heredia; el fuego devoró todo y murieron demasiadas personas, el más tristes de los lamentos emití esa vez. Luego el último, en un almacén abandonado en Cartago, donde la masa amorfa terminó por ahogarse por sí sola ante la falta de ventilación y un ducto de monoxido de carbono roto. La desgracia nos invadía pero cualquier sabio entiende que el mal puede transformarse enbien; cualquier penuria se torna en aurea oportunidad ante la labor mácima del sabio. Así pues, di mi intención ante mis acolitos. “Sea pues, aunque de maximatristeza, la partida del caído brinde camino al regocijo del vivo. Ahora hermanos les pido humildemente, donen sus manos a tan magna labor y usemos las luces de quienes nos dejan en pos de ahondar en el vacío insondable que nos espera. Sea pues, su muerte no en vano, sea pues nuestro camino a la divinidad.”
Estaban furiosos, espantados, ofendidos y de otras emociones negativas que no pude detectar, no obstante por mas odiosa e insanta que era la propuesta, abría el camino para un nuevo tipo de protocolo supremo. De esta forma se acordó donar las ganancias materiales, de haberlas, a las familias de las victimas de los infortunios; se erigió un altar en su honor y con súplicas secretas se cnosagró. Dibujamos entonces los símbolos necesarios para hacer el llamado y con el agua regia de sacrificios se alimento a los ya gravados en roca; esto con el fin de aumentar el poderío del acto. Como lo he hecho ya antes, coloqué los mixes del Canto del Nephilim, revueltos con pasajes de los libros prohibidos y aquel odioso tomo de mi autoría; el que los ángeles negros escribieron moviendo mis manos y le ha traído tanto poder a quien lo lee. El día entonces llegó y con la muerte del astro Rey, empezaron a mostrarse los adeptos y acolitos; cada uno mostrando Su marca en la piel. Luego llegaron los neófitos, conmovidos por la desgracia, llamados por el placer. Eros plantó en lo profundo de sus almas la necesidad que venia yo ahora a satisfacer.
La música comenzó y los hechizoz siniestros comenzaron a realizarse. Los cantos ceremoniales camuflados de etnicidad en las canciones, los símmbolos y runas disfrazados de decoración, todo giraba en torno al altar de nuestros caídos y la efigie de nuestra desgracia. El egregor se habrá marchado, pero nosotros no dependíamos solo de su poder. Usando las almas de todos aquellos que no estaban como moneda, realizamos un pacto prohibido con dos de los siniestros sacerdotes del caos. Aquel Farahón prehumano vestido de carmesí, el emisario del Creador que sueña en calma afuera del espacio y excento del tiempo. Luego pero no menos; El siniestro Rey que nos mira sin rostro, El que no tiene nombre y aguarda bajo soles negros frente al lago de sal; en ciudades de obsidiana. Súbitamente por ahí de las dos de la madrugada, en medio de las orgíasticas danzas, de los trances infundados por sustancias siniestras y los poderes de símbolos y bloques deazul iridescencia; una visión maldita comenzo a desdibujar la tela del tiempo y el espacio, hasta que mi espíritu se arranco de su vasija y se fue adanzar con los dioses alos que me he consagrado. Recorrí colinas de espigas marchitas, eternas y hondulantes bajo un cielo de plata y árboles negros de lejos. Ví despues abismos insondables que carcomían montañas de otro mundo,cubiertos de niebla pensante que resguardaba las puertas a universos interiores. Pude ver de repente en un espacio de pura negrura, encenderse la llama purpúrea de un ojo inmenso; su luz bañaba donde estaba como un sol agonizante y bailaba caprichoso para deshilachar mi noción temporal. Con sus iridescencias se dibujaban los bordes de una gruta inmensa cuyo techo abovedado parecía más alto que el cielo; reflejaban las luces siniestras las olas de un mar negro y viscoso que lamía por siempre las playas de una costa albina que nunca habíá sido tocada por el sol ni había visto el cielo. Entre la negrura insondable se escuchaban los cantos y el roer de seres amorfos y abominables, híbridos del hombre y las bestias, hijos pactados del hombre con odiosos seres que moran más allá de las estrellas y turistean en planetas cosmopolitas cuyas estrellas y mundos se apiñan en cercanías que nosotros no podríamos tolerar. Mundos habítados que abundan como colmenas corruptas llenas de inteligencias que las consumen hasta formar entidades globales. Ví vientos rojos de escarlata soplar contra torres negras de arborizada carne viva. Ví un siniestro cristal negro bullir en las manos de infortunadas niñas y abrir ventanas hasta este lugar. El ojo purpúreo del avatar de fuerzas excentas de humanidad me quería mostrar impiedades que la humanidad no debe ver y ante tales ofertas, lo único que pedía era cortar las cadenas que me unían a mi egregor y no adorar a nadie ni a Él. “No se puede adorar al Caos,” dijo antes de llamarme por mi nombre, ese que no le hedicho a nadie. “Haz tu voluntad” decía mientras una flor roja se abría paso entre la arena, su tallo era el cuerpo de una serpiente y de su boca se abría un rubí resplandeciente con chispas azules de ignota naturalidad. Comí la flor y una risa se escuchó venir del horizonte; un retumbo escabroso que me hizo perder el enfoque y me enseñó lo que es el miedo. Ninguna esquina de este mundo subterráneo escapa al embate de semejante risa tan sardónica y oscura, se abrió pues el horizonte de par en par en un atardecer púrpureo con dientes incontables y símbolos marcados en lo que solo puedo asumir era una boca que abarcaba todo el cielo del horizonte. Un reptante abismo andante que amenazaba con su ominosa prescencia devorar lo que existía y emerger de la barrera que impone esta bóveda de roca inquebrantable. El horror caminó en mi espalda como una araña inmensa cuando ví tras de mí un respiradero en el cielo. Floté cual ángel hacia la cima, fuente de luz blanca en esta cueva de oscuridad. Ví entonces lo que significaba perder la esperanza. Afuera del respiradero donde el siniestro caos aguarda, había una ciudad, un campo de cemento y acero con automóviles y gente de parda piel caminando hacia nada. Una sociedad esclavizada, una máquina que va a toda prisa a ningún lado. Una cosmopolita ciudad grisácea donde los simios pensantes de nuestro mundo viven taimados sin preocupación alguna. La masa amorfa tan amplia como el horizonte, el mar negro y sus ojos de purpúreo terror ya moran en nuestro mundo. Bajo alguna ciudad que renuncia a sus orígenes sagrados, donde los muros de basalto de palacios que adoran a la muertee han sido abandonados y forzados a morir de inanicion de los rojos manjares que se les untaban. En tierras de torres malditas y pirámides prohibidas, donde serpientes emplumadas se mofan de los nuevos dioses con sarcasmo e impiedad, en el mismo mundo en que habito, ahí mora el avatar del caos. He aquí, ahora he probado del fruto siniestro que me ofreció. Ya no soy humano.
Desperté al otro día al sonido de orgasmos siniestros y la estimulación de mi cuerpo al son de ritmos anormales. El ritual fue un desastre, ocasionó el suicidio de otro de mis acolitos y según ellos solo yo logré ver parajes prohibidos fuera de la realidad. Los demás lograron tan solo desvarat su cordura ante lavisióndecadenas y tentáculos que carcomían los desnudoscuerpos de todos nosotros. Ninguno me vió en sus visiones y esto trajo profunda sospecha sobre mi estado de iniciación. Han llegado hasta cuestionarme por que no aparecí en sus delirios opiáceos; oh piedad que no los excluyas, por cuanto cada uno ha sido traidor en su ignorancia. Sospecharon que mi nombre no estaba grabado en los tomos negros y brotó entonces la desconfianza como una enfermedad. Una siniestra pero apestosa semilla que es regada con las aguas negras de la paranoia y su fruto asqueroso es la traición.
5.
Una mente naturalista no es lo que me caracteriza. Siempre por culpa del arte, me he visto obligado a ver más allá del rostro que nuestra realidad proyecta. Sé por tanto que nadie es quien dice ser. Sé de hecho que todos portamos máscaras para ocultar quién somos, que lo que vemos es ese rostro blanco y pálido, nuestro cerebro integra ese estímulo y, como una prueba de rorshack, emite un criterio en torno a lo que cree ver. Estamos solos, partículas subatomicas cuya presencia y existencia tan solo son determinadas con base a la realidad. Nunca tocamos nada, los sensores en nuestra piel tan solo llegan al clímax de su umbral al sentir el rechazo de atomos con la misma carga. Estamos tan invariablemente solos en el vacío de esta existencia que, más allá de la ilusión de compañía, la mentira de contacto, lo unico que en verdad sentimos fuera de la infinitesimal película de vacío que nos rodea, es un rechazo tan intrínseco que es subatómico. Y de hecho, por poco no existimos, pues tan solo un porcentaje de un átomo existe, el resto es puro espacio vacío, reservado para la probabilidad de prescencia electrónica. Somos criaturas que no deberían existir, por que en realidad no existimos. Susurros en el viento cosmico que ocasionó el retumbo del orgasmo inical. Partículas que tienen el atrevimiento de llamarse reales y pensar que existen.
Ante este devastador axioma, pocas cosas pueden importar; mejor dicho, nada importa. Todo aquello a lo que le damos importancia y valoramos, es grande o existe del todo, por la necedad de nuestra mente que se reniega al nihilismo; le da importancia y contenido a lo que percibe. Esto entonces moldea la mente de manera retroactiva y crece en importancia, es pues la realidad el más grande egregor. Toda tu vida importa solo por puro efecto placebo, tu vida no es más que las pastillas de azucar con lo que tu mente compensa el luto de haber sido arrancada del primordial vacío del que proviene. Fuera del tiempo y excenta del espacio estuvo, nadando en mares negros de abismo insondable, flotanto entre el extásico mar de absoluto abismo. El ánima, el vientre primigenio del que la consciencia nace, cuando emerge de la cueva cárnica al mundo material y se ilumina con su sobrecogedora luz. El vientre de Nuit, del que todos venimos y al que todos vamos. Será acaso también que la vida transcurre como un sueño que tenemos en su regazo? Y de ser verdad, no podrá ese sueño volverse lúcido? La realidad se me vuelve pequeñita.
Pesimismo es un elogio para mi posición, pero la verdad es que ante semejante horizonte, el altruismo y el amor son las únicas curas para vigilar el luto de existir. La única red de apoyo que nos evita el horror de la autodestrucción y, por un tenue momento, nos deja ser similares a los falsos rostros que le ponemos a los dioses. Traición, asquerosa palabra que me ofende el paladar. Un deformado feto que crece como metástasis, un teratoma arraigado a la pared de los ventrículos en el corazón del hombre. “Perdónalos por que no saben lo que hacen.”
Roger Gonzalez no estaba feliz, uno de mis prominentes ciervos, fue quien en algún momento cenó a mi lado izquierdo. Duda creció en su corazón, una semilla concebida que se nutría del trofoblasto en el lado sistólico de su corazón. Lloró por muchos días la pérdida del egregor. Amargas lágrimas derramó ante las muertes que ha dejado la caída de gracia de nuestra suprema secta. La tácita persecución que casi podría atribuirsele a una mano invisible que repta desde las sombras. Un contrataque por parte del destino, una trama hecha por acolitos de una orden que cree pertenecerle al dios verdadero. Si tan solo sus disparates sonaran tan sensatos para mí como suena el perenne eco del ruido blanco en mi mente. En una rica trama llena de pericias e intrigas, uno a uno fue convenciendo a los acolitos de mi orden. Con cada uno, iba cayendo de mi poder el sumatorio de las mentes que cada uno pedía prestadas de sus vidas para soñar al tono de nuestras melodías. Tomaron mis armas, se ungieron a sí mismos santos y profetas. Saltaron a la tierra marchando bajo los hilos de un nuevo titiritero; uno que no quería empoderar al individuo, uno cuyas ansias de control lo volvían poco más que un esfinter.
No sabría decir con certeza cuando comencé a sentirme abandonado, pero sé que independientemente de mi opinión, los hechos comenzaron desde mucho antes. Súbitamente un día terminé por encontrarme solo en el sótano abandonado de la Catedral. Silencio y abandono inhundó los corredores y alcantarillas que llevan a mi abovedada mansión. Tantos eran los velos tras los que se ocultaron, que ni yo los hayaba. Pero tan devastador era su paso, que la muerte los tomaba por fieles aprendices. Como que Gonzalez tenía malas juntas, se sospechaba descendía de un Rey; que los pecados del padre los traía el hijo. Luego las ostias y las sustancias se convirtieron en monedas. Ahora la fé era buena mercancía, de las publicidades la mejor. Todos entraban para recibir el maná de sus almas, más se marchaban con sus billeteras vacías y sus arterias cargadas. Prontó noté que tenían grandes tentáculos entre los soldados de azul, luego noté que compraron al gobierno. No se puede jugar ajedréz si hay un jugador en ambos lados del tablero. El caos no funciona orquestándose y planeándose; más bien se gesta cuando lascondiciones para el desastre son idóneas. Mi hermano me ha besado y mis amigos me han negado. Los siete sellos de la traición se derriten frente a mí ante la luz de la llama de siniestras pasiones. Sé lo que debo hacer mas en este punto dudé mis métodos.
Amtes squiera de ir a buscarlos para el supremo combate, debí retirarme con mis pastas iridescentes al vientre de nuestra madre tierra. En uno de los 270 santuarios indígenas, rodeado de las esferas que son las estrellas en la tierra, bajo el efecto narcótico de cantos chamánicos y tambores ceremoniales. Sabía que solo iba a poder contra los enemigos que me rodeabans meconsagraba a un dios aun más antiguo, elemental y siniestro que los dioses del hombre. Bsuque pues, a uno de esos abominables entes que los dioses prehumanos adoraban, los reyes antediluvianos se inclinarían con su cara contra el piso sagrado de oricalco. Los dioses sumerios, griegos y hasta los egipcios enloquecerian ante la misteriosa revelación de su prohibida existencia, pues con los mas insantos rituales y bajo el efecto de drogas siniestras se les vería obligados a practicar oproviosas orgías para poder siquiera clamar sus nombres impronunciables. EN lo profundo de la selva me encerré cual niño en el vientre, canté los vocáblos prohibidos y asumí la posición y la forma de grandes dioses; fui pues cernunnos, fui hora Anubis, Hermes y hasta Lucifer en algún punto. Todos los rostros ocupé para ganar su regencia y así poder soportar la siniestra anomalía que venía a mí. Fue cuando tomé la ideación de Quetzalcoatl y de Michtlantehutl que mi mente se abrió y pude ver el paraje que nos espera luego de la muerte y del que venimos todos.
Emergía nadando de las profundidades de un calmado mar negro, entre el cual una extraña luz se colaba, una luz blanca que se difuminaba en el agua oscura de una noche perpetua. Al salir a la superficie noté que la luz no estaba, más una blanca fluorescencia me iluminaba, mi luz propia. Sano era entonces pensar que alguien me vióaparecer aquí, entoncs emergí aún más y como el Gran Carpintero, me decidí a caminar sobre este mar sin olas. Buscaba a mi alrededor donde estaría quien me vió, donde encontraría disociado mi santo ángel guardian, mi super-ego, mi dios personal; lo que fuera que quisiera ayudar por que estaba harto de no ver a donde iba. Alo lejos, cerca del horizonte ví una figura de pálido blanco moverse lento sobre las aguas, corrí a su persecusión y no noté al principio los millares de almas flotando a la deriva en el agua oscura. Yacían todos con sus caras apenas asomandose mientras disvariaban en el éxtasis y el delirio. Estaba en medio de la nada. Este era un siniestropurgatorio donde las mentes del hombre se descomponen hasta sus más fundamentales axiomas, donde sevuelven uno con La Madre, una vez que han vuelto a su sagrado vientre. Igual en el cielo como en la tierra, igual en vida como en la muerte, igual adentro que afuera. El ser humano emerge del vientre carnoso de su madre para caer después en el húmedo y granuloso vientre de la tierra. Nace pasando por un angosto túnel que previo a su paso mide 18cm, para luego ser enterrado 1.8m bajo la tierra; ambos túneles extinguiendose tras su paso a la nueva existencia; uno por distención, otro por extinción. Simetría perfecta para un ser imperfecto.
Mientras caminaba pensaba estas cosas, buscaba con arrebato mi guía y finalmente lo vi caer de vuelta al agua. Vi su rostro y era arrugado pero simil al mío, viejo pero era yo.
“Di su nombre mientras cantas, danzas y amas, que cada uno agarre su cuota de amor; que la disfrute por cuanta medida desee.”
“No entiendo.”
“Tras el rostro de los dioses siempre hay una madre, un padre, un hijo unigénito que por momentos es tentador y tentado. Así en el cielo como en la tierra, pues tras la negra sustancia que conforma lo que ves, existe un ser mucho más grande de lo que podrías entender. La madre es, como en tu primer infancia, un lugar. El amor triunfa ante el odio, pero más importante, el caos siempre rige donde el orden niega su existencia absoluta. No cantes mi nombre ni grabes mi sello, dejame en paz que en este gozo hay descanso.”
Entendí entonces, que esta era la etapa que seguía, un preludio de absoluto extasis, el lobby a otra existencia. Un ciclo que no acaba, una serpiente mordiendo su cola. Un sueño del que no podemos despertar.
6.
Volví furioso al cadáver putrefacto que llamamos urbe, era inevitable por más rituales que hubiera practicado. Por más pactos con los dioses arquetípicos, por más iniciación e individuación. Sabía ahora que necesitaba integrarme con la suma de todo lo que odiaba, usar la puerta y por fin pactar con mi sombra. Mi ataque sería certero más de cierto digo no lo verían venir. Tan clara era la prescencia de ellos ante mí que no tarde ni un día en encontrar su punto de encuentro. Un signo en un telefono publico indicaba el lugar donde colocarían el volante con las coordenadas. El volante dictaba un sitio en la internet en un foro privado, el foro indicaba un edificio abandonado y el edificio poseía un graffiti con coordenadas para gps que fue accesible solo por tres horas. Luego tuve que ir a una tienda en el medio de San José, un inmenso almacen en la avenida central con las puertas rosadas como la cueva de la que venimos, ahí entendí que usaban los signos del Ánima en vano; una blasfemia que ningún dios podría perdonar.
Disfrazado de un pordiosero cual si fuera el mismo odín, repartí las ostias secretas, sabría que se reparterían y habría una multiplicación. “Que nadie se quede sin comer, que cada quien de el mordisco que desee al fruto de la gnosis.”
Luego de entrar me infiltré entre los cantos y las danzas hasta llegar a la mesa del DJ, donde sin ser visto tan solo puse el Canto del Nephilim. Era entonces como un ladrón en la noche, era entonces el tonto, era entonces el bromista, de todas las cartas, el buffón era para mí. Finalmente entre la danza frenética noté encapuchados, doce eran ahora, danzando en círculo alrededor de una alta figura en el centro. Los movimientos erráticos me indicaban que todos habían ahora comido de la ostia secreta; mi intuición me llevó a hacer algo extraño, con la daga que andaba rajé mi mano y apreté la azulada pasta. La sangre corría y llenaba con su color el traslúcido bloque de droga trasdimensional. Ahora brillaba de manera siniestra una piedra de rojo carmesí cuya aura era negra y sabía que había logrado depurar el secreto arte de la alquimia. Sabía que ahora que había hecho el pacto de sangre podría comer y beber para alzarme a la divinidad. Lo hice.
En el techo se pintaban las estrellas entre la fluorescencia fria de Tyndal por las luces de laser y neón. Bajo su vientre cósmico danzabamos. Era ahora un sacerdote rojo a la derecha del templo y uno amarillo a la izquierda. Comencé a caminar hacia elcentro empuñando mi daga de obsidiana. Bajo las túnicas ví el perfil de las armas que robaron de mi templo y comprendí que se volvieron un sardónico tipo de narcotraficantes rituales. La iluminación era para ellos un negocio pues la vendían en estos templos para publicitar sus ordalías siniestras. Empuñaba ahora con fuerza la daga y recordaba el vicio oprobioso con el que contaminé las ostias, lo mismo que usaron los Alemanes para matar y para morir, lo mismo que usaban los espías para trascender a planos superiores y lo mismo que se usó en la ciudad de Jonás para no volver a amanecer más. Mi pasta también estaba contaminada.
Como dios se hartó de todo e inundó la tierra, ahora yo mato todos los vestigios de la estúpida religión que conformé. Cuan gran horror fue haber dado a luz a este egregor, mas que dicha que lo perdí cuando empezó a cobrar vidas. Mi daga se hunde en el pecho del negro pastor de estas ovejas y todo mundo grita, el cuchillo corre velóz sin fricción por la carne y el hueso mientras se desliza hasta el pubis. Una insición en Y es el signo de la puerta más atroz para que el arúspice comience su visión. Mi daga abre y me muestra el corazón, el recinto donde bulle la vida, el matráz donde se concentra el alma. Un mordisco sencillo ante el horror y los gritos de todos; la perfecta sinfonía para mi pecado inmisericorde. De pronto la gente comienza a marearse, caen al piso mientras se marean y vomitan espuma.Yo tambien caigo tras haber probado de la mas insanta manzana de Eris. Que el caos por siempre te cumpla tu deseo.
7.
El tiempo se desdibuja mientras caigo al piso del templo. Las estrellas comienzan a bajar de los cielos y las veo flotar como fuegos fatuos a mi alrededor. De pronto estoy en mi palacio, solo y sin nadie, en el centro acostado sobre el símbolo mayor. Viendo un techo abovedado con las estrellas y el brillo fatuo de las luces de sodio. “Come del fruto y sé como dios”
Una frase corta vino a mi mente, luego la escuché con mis oídos.
“Come del fruto y sé como dios. Fue justo lo que crees que les dije al oído. La frase que sedujo al ánima, a eva, al caliz. El problema es que ustedes no alcanzan la apoteosis solos, sino unidos a sus opuestos. Por tanto dio ella el fruto a un igual. La iluminación es arma de doble filo y, usada por quienes la alcanzan para controlar a otros, se ha entregado de esta falsa manera.”
“Quien sos?”
“Yo soy lo que hago, yo soy quien soy”
Un hombre muy bien vestido comienza a caminar hacia mí, sus dedos rozan mi frente y me mira directo a los ojos mientras yazco en el piso, usa mi rostro pero no habla como yo, sus ojos son dos piscinas de negra abominación y su sonrisa siniestra promete las locuras de un caos crepuscular. Augura elfin de todolo que es.
“Soy el brillo negro n tus ojos al ansiar el mal, soy la luz en tu pecho al rezar. Llamadme Loki, Eris, Urano, Kaos, mesías, lucifer, belzebú. Soy tu, soy yo, somos uno.”
“La parte mía que se cree dios”
“Claro, para nada una fuerza real, ya que eres tan lúcido en tus delirios dime, sientes la estática colmando tus oídos hasta ahogar tus sentidos?”
“Sí.”
“Yo soy la sombra que pisas al caminar, la que según tu teme resbalarse contra las cruces o talismanes de un templo. Ahora te ofrezco un solo mandato como le dicté a eva en el jardín, como le susurré a tu cristo en el desierto. Despierta”
“Dios no existe, el dios cristiano ha muerto.”
“Eso me decis ahora, vamos a ver que me dirías con la lengua de la muerte lamiendo tu oreja, con sus susurros lujuriosos colmando tus oídos, con sus huesudas manos apretando tu falo.Despierta”
“Me decís que mis disvaríos nihilistas por fin cobran sentido, pero... como podríá yo tener razón y aún así tú estar aquí?”
“No soy más que una máscara, hoy mi rostro es una máscara de mi verdadera cara. Yo soy vos, vos sos yo. Dame la mano y despierta. Los opuestos deben ser uno para poder sintetizar la roca de los sabios.”
“Mi sombra...”
“Despierta”
“Tengo frío, tengo miedo de lo que me espera del otro lado del umbral”
“Levántate y anda”
“Toma mi mano, si somos uno, ayúdame a elevarme”
“Sigue el tenue susurro de la estática, dejate llevar por el ruido blanco, por cuando siempre que lo escuchas te vuelves consciente de tu propia inexistencia, de la futilidad de toda tu obra insanta. Tu vida es un sueño. Un delirio amorfo que continúas teniendo tras puertas cerradas. Piensas que eres una persona, imaginas que vives en una sociedad y que, a tu manera, eres importante. Vas a tu trabajo y ganas dinero con las tonadas místicas, te drogas tras los bailes o tocas bajo el susurro de hongos prohibidos. Amas, follas, comes, bebes, defecas, nada de esto importa. Naciste para envejecer y morir girando sobre una roca en medio del espacio. Eres el cáncer de un planeta moribundo. Nada de esto importa.
Soy real, ante la desvatadora realidad solo puedes temblar y temer pero igual, ante los ojos de un dios, no importas, que el dios del que huiste exista tampoco importa, que yo sea tu tampoco importa. Despierta.”
La estática comienza a colarse de mis oídos a mis ojos, lentamente nublando mi vista. En est epunto no escucho más que su voz y no veo nada más que su prescencia, flotando en un vacío blanco. Tenía razón, mi realidad se desdibujaba. Todo loque he hecho en estos últimos meses, años, noto ahora que he perdido la nosción del tiempo; pues toda mi vida desde hace mucho ha sido mera ficción de mi imaginación mientras sufro el delirio de misteriosos opios siniestros que han emergido a esta dimensión para destruirme.
El sostiene ahora la roja pasta traslúcida que devoré antes de caer en mi agonía final.
“La piedra filosofal, el trapezoedro resplandeciente, el agente supremo de cambio que permite el cataclísmo avasallante para transmutar tu ego a voluntad. Esa pasta ablandadora que permite a tu cerebro recablearse a gusto y capricho. Te encomendaste a un dios antes de comerla. Que bello.
Tu idea de una deidad del caos es casi tan mediocre como todo aquello que hoy queda atrás. Un fantoche durmiente encerrado en una cueva, para tí el caos es el inminente fin. Como si un dios necesitara esperar a que las estrellas se acomoden para realizar su voluntad. Ustedes humanos enloquecerían al ver un dios verdadero, con el tiempo lo harán. En tierras más allá del tiempo reptan con apéndices que no pueden comprender sus cerebros. En lugares que trascienden el espacio moran y copulan inmisericordes con sus atroces deseos. El horror hará de tí una ramera que...”
“El egregor.” lo interrumpo.
“Tonto, igual que yo soy vos, igual que uso tu rostro, el atroz monstruo no era más que vos mismo usando una piel distinta. Para atarlo te pusiste en el centro del templo y no entendiste que te mirabas en un espejo negro. Despierta, abre tus ojos.”
“Pero tengo mis ojos abiertos.”
Muevo mis dedos, luego mis manos, elevo mis brazos para poder tocar mis párpados y sinto las membranas grueas cubriendo mis ojos. Estoy dormido, en una psicopompa misteeriosa mintras contmplo un blanco vacío.
Con durísimas penas logro abrir mis ojos, me elevo de mi cama y miro la habitación. El cuarto de mi apartamento antes de ir a vivir a la misteriosa Catedral. El poster de mi grupo favorito, el rostro enmascarado de mi egregor siniestro. El Canto del Nephilim sonando en el tocadiscos, puro y simple ruido blanco.
Toda mi penuria, mi orgásmica dicha, mi felicidad, mi tristeza, todo lo que sentí ante el alza y caída de mi religión artificial, todo era falso. Nada importaba. Ahora entiendo que toda mi vida no era más que un sueño dentro de otro sueño, ahora entiendo que mi mortalidad es un despertar de insustancial significancia. En el final solo quedó aceptarlo, volverme uno con los flagelos negros del regazo de Nuit y despertar cuando su ternura me indicara que era el momento.
Doy unos pasos hacia la ventana, veo la lluvia golpear con fuerza y el frío permear la barrera de cristal. Por momentos logro escuchar ruido blanco, la lluvia ensu danza me sugiere el artificio de esta esfera de realidad. Acaso esta vida no es también un sueño? Acaso no he estado hipnotizado por la pasta azulada todo este tiempo? Como podría pensar que ahora si estoy sobrio?!
De pronto dirijo mi mirada a mi cama y me encuentro a mi mismo, tirado en ella con los ojos entre abiertos y la niebla opiácea en mis ojos. Seguía bajo el delirio amorfo de las pastas iridescentes. De pronto ví mis ojos, escleras negras y miradas ausentes. De nuevo mi sombra. Tan pronto como la mirada de mi cuerpo se ennegreció, tan pronto sentí su poder ante mí, el pánico brotó con todas las flores siniestras de una demencial orgía de emociones. Una vorágine oscura en la que mi alma danzaría por siempre. Mi vida, mi existencia. Cuantas veces he despertado? Cuantas veces más despertaré? Tras el velo de infinitas realidades, tras la cortina del Samsara; todo lo que soy, fui o seré carece de importancia y ahora soy nisiquiera una persona. Soy una idea, soy un sueño. No solo mi vida es un delirio psicodélico, sino tambien mi identidad lo es. Tan solo estaba aquí disociado en mi cuarto imaginando que soy una persona. Que soy alguien. Mi cerebro simulando losp rocesos necesarios para aparentar inteligencia, para simular pensamiento y razocinio. Toda mi realidad no es más que luces y circuitos dentro de una computadora decarne flotando en mi cabeza. Fibras de axones y dendritas, somas y glia. Mi mente es tan avanzada que me ha hecho víctima del más grande de los engaños. Me ha hecho creer que desperté, que hay tal cosa como la realidad, quehayforma de salir de la cueva platónica y por fin iniciar una verdadera vida. Que ante la integración de mis demonios me podría perfeccionar. Que los símbolos y signos son un lenguaje sutil que permiten darle poder al hombre. El hombre no tiene poder por que vive regido por instintos que nocontrola, solo es consciente de una fracción de lo que es, pues él tambien es como un iceberg flotando en el mar. Mi vida no es distinto de ningún delirio psicotrópico, a fin de cuentas nada iemporta. A fin de cuentas solo alucino ser alguien. Encerrado en los confines de mi cuerpo, todo lo que soy no es más que un engaño bajo el que mi cerebro esta sumido, el engaño de vivir, de ser alguien, de existir. Un robot biológico, un animal que pensó que poseía en su interior una partícula de divinidad. Cuando en realidad, la vida es tan futil como siempre lo ha sido, tan efímera como siempre. Nada ha cambiado ni cambiara. Tan solo me queda esperar a que el fin venga alado con su seductora caricia, para poder despertar de esta pesadilla en que estoy sumido. La horrible pesadilla que es existir, la tortura que representa haber sido arrancado del seno de Nuit y puesto en este universo. Solo la muerte es piedad, solo el fin es cura para mi mal. Los dioses no existen por que de ser así, de ser misericordiosos y reales, nos ahorrarían el oprivioso castigo de vivir y morir futiles vidas sin sentido real. El Big Bang fue una terrible equivocación.
Fin
“un aficionado de la música termina por coleccionar albumes underground marcados por líricas tatuadas de ocultismo y demás temas tabboo. En su viaje inevitable hacia la desgracia termina por enterarse de la existencia de un album maldito capaz de traer desgracia y horror a todo aquel que lo escucha completo. Finalmente comprende que adquirirlo conlleva un precio que jamás podría ser pagado con algo tan superfluo como el dinero; al ver que una a una las doce canciones añaden más atizbos de todo lo siniestro y anormal que gravita taimado más allá de la cómoda esfera de nuestra realidad. Las preguntas se resuelven solas con susurros nocturnos y visiones que imploran la destrucción o escucha del album. La adicción a las notas siniestras y prohibidos poemas lo lleva a cometer actos que la humanidad debería ser incapaz de hacer.”
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