La Llamada del Aquelarre
Perdóneme padre pues he pecado; he descubierto que en Costa Rica los dioses que se adoran son falsos. No son más que fantoches ideológicos tenues y bobalicones impregnados hasta la coronilla de mentiras enfermizas y nauseabundas. El horror inmaculado se cierne sobre nosotros dorado ante la anómala experiencia de lo divino.
La verdad es que lo divino, lo perfecto, lo idílico, todo aquello demasiado bueno para ser verdad, nos elude debido a su absoluta falsedad. En estos elementos irreales nos escondemos para desviar la mirada cobardemente, lejos del horizonte donde se cierne un sol doble en un cielo con estrellas negras. Lo cierto es que el velo se cae lentamente una vez que hipertrofiamos nuestros cerebros al estado en que se encuentran en este punto de la historia. Hemos aumentado el volumen de nuestra sustancia gris a puntos sin precedentes, jamás vistos antes en la esfera de azul pálido de nuestro planeta. Ahora, derrumbando bloque por bloque los muros de ignorancia y optimismo bobalicón que nos sumían en eras de oscuridad e ignorancia; con la capacidad de ver profundo en los cielos estrellados y saber con certeza que no nos encontramos solos, con los ojos furtivos clavados en los abismos marítimos con la certeza que innombrables seres amorfos y tentaculares se ocultan taimados entre las sombras de lugares a donde el sol tiene miedo de llegar; hemos logrado por fin satisfechos por nuestro entendimiento del mundo externo, mirarnos honestamente en el espejo y darnos cuenta de lo que somos en realidad, de lo que conlleva existir.
La vida, contrario a lo que los más doctos en ciertos dogmas científicos nos dicen, no es nada especial o preciosa. Es un siniestro mecanismo por el que el caos, lo único que en verdad le regalamos al universo, se perpetúa a sí mismo. Un orden siniestro de recovecos bioquímicos y metabólicos donde se entromete inmiscuido al ambiente que genera tan solo desechos, entropía y nuevos organismos sucedidos para perpetuar este ciclo sin fin que por largo tiempo permitimos perdurar sin cuestionarnos por qué. Los resultados han sido claros para el planeta tierra, y ha tenido terribles e incuestionables resultados que sucesivamente ha llevado a la extinción o peligro de miles de especies; esto por no decir que de todas aquellas son pobres criaturas que tienen la desgracia de convivir con nosotros en esta desolada esquina del cosmos. Tan solo ecológicamente hablando, existen sabias escuelas que comparan, atinada mente, a la humanidad con un cáncer metastásico que se esparce anómalo y cruento por los campos verdes que literalmente hemos arrasado y cubierto de concreto y muerte.
Esto hasta ahora solo narra la terrible implicación de la perseverancia de la vida humana sobre el planeta tierra, pero existen dos caras para todo lo que vemos. Hay una voz muy poco escuchada en los relatos de abuso. Si, entendemos que sintió, como sintió, porque sintió y que le ocurrió a la víctima. El problema es que muy pocas veces nos sentamos con la cara seria y la mente fría a disecar la perspectiva del victimario. En este caso, tenemos que entender con toda franqueza, desligado de los dogmas malignos y las ideologías baratas, que verdaderamente implica existir para el ser humano. Ser arrancado del mar negro e infinito de la inexistencia, emerger lejos del caos y la unificación áurea donde nada es pero todo aún puede ser, manifestarse como una palabra dicha que jamás podrá ser rebobinada y guardada de nuevo en la garganta de la que salió. La naturaleza de la existencia para un ser que ha ganado tanta inteligencia, que se le dificulta sobrevivir a causa de ello, se resume en dos únicas palabras. Dolor y Horror. Hablo hereje dentro de círculos que me tacharan de loco y me mandaran directo a asilos para olvidarse hasta siempre de mí, pero hablo con toda certeza. De cierto digo que hasta los más negros arcontes, que miran con desdén nuestros gimoteos a través de membranas apenas perceptibles por nosotros que doblan el tiempo y el espacio, se compadecen de nosotros ante la innatural y cruel iniquidad que cometió aquel demente ente que por broma y juego decidió engendrarnos por la astucia y arrogancia de creerse así mismo dios. Solo nosotros mismos no lamentamos haber nacido, por que hasta aquel que los cegados llaman dios quiso salvarnos de la miseria ahogándonos en el mar para lavar la tierra de su propia iniquidad.
Ahora que hemos madurado hasta este estrato, ya la virginidad mental que teníamos se ha perdido y no podemos sencillamente volver derrotados hacia una nueva era de oscuridad. Hemos comido del fruto y de ese conocimiento no hay vuelta atrás. Es mi perspectiva personal que se puede vivir con ello, asumir como un duelo y continuar adelante como un roble, muerto por dentro. Es mi perspectiva personal también, que hay actividades esperanzadoras que hacen la suerte de un opio ante ese dolor que oprime y desgarra el pecho, nos distrae de la luz negra que cae como pilares titánicos sobre nuestros hombros.Ahora que contemplo sin las barreras enajenantes de la falsedad, reconozco, no obstante que solo una opción existe en cuanto al siguiente mejor paso a seguir.
Yo merodeo entre círculos dogmáticos, donde enajenados ciegos aplauden torpemente mientras de entre las cortinas de carne, se observa emerger una nueva vida arrancada del abismo. He visto el iniciar de un centenar de vidas. Todas y cada una, ignorante de la absoluta condena hacia la que camina. Cada una de ellas tendrán la certeza de ser un ser único e irrepetible. Las diversas integraciones de estímulos externos y concomitantes reacciones bioquímicas y anatómicas constituyendo una ilusión de identidad; las memorias y emociones, condicionamientos y adoctrinamientos sociales formando una narrativa dogmática que el cerebro cuenta para sí mismo. Cada uno llevara acabo la hasta ahora incuestionable carga de crecer, reproducirse y morir, con un adenda económica de comprar y trabajar hasta que sus cuerpos corroídos por el advenimiento del tiempo, caigan al suelo tendidos para ser sustituidos por los siguientes. Todo esto en una sucesión eterna. La vida se replica por los eones como un virus, infectando en esferas superiores a aquellos que jamás tuvieron elección. Desde el abismo un rayo de luz te arranca del vacío y te pone en un mundo donde no hay catarsis, solo necesidades a medias satisfechas por instantes efímeros e inmemorables.
He visto la muerte directo a los ojos y he sonreído. He olido el plomo ahumado de armas cargadas y sentido la inminencia del tiro de gracia que por fin me despierte de este sueño. He visto los resultados de tal despertar. Observado con atención los rostros de decenas de cadáveres, unos fiambres conservados para la posteridad, otros putrefactos y verdes. En todos ellos persisten inmorales sonrisas pálidas, discretas, el rostro enmarcado en la expresión de un sueño tranquilo del que no se va a emerger. Lo cierto es que esos rostros muestran una inconfundible catarsis, han despertado de lo que a todas luces es un siniestro ciclo de pesadillas sin fin. Antes de dictar, no obstante, la conclusión a la que he llegado tras rasgar los 7 velos y cantar los 7 nombres prohibidos en la oscuridad de protocolos abominables, creo justificable narrar los hechos que me llevaron a decidir con semejante certeza mi siguiente paso.
Siempre he cargado con las semillas limpias de los negros dictámenes que he realizado previamente. Siempre cargando, como cadenas de peso innombrable, las revelaciones producidas de observar mi existencia a través de un espejo negro. He visto, más allá de la plácida narrativa del ego, la descarnada verdad que a muchos ha conducido a la muerte. He caminado por el filo del cuchillo que es el sendero de la verdad y esta me ha corrompido. De cierto digo que la verdad es algo que nadie debería saber. Una idea que carcome y altera su ambiente, que infiltra invisible de persona a persona para corroer su mente y consumirla. Si, hay ideas que se manifiestan en planos mayores como infecciones oportunistas que corroen y consumen a aquel que carga con ellas. Yo ya he ascendido de los pozos del opio, vivo mi vida sin esperanza ni alivio alguno, infectado por negros abscesos que reescriben mientras hablo la maraña sináptica de mis sesos y mientras perdure mi vida, invariablemente el contagio será inevitable. Hablo con usted en vez de dejar una nota triste para que alguien la lea. No vaya a ser que la infección que cargó como un granuloma, encadenada por seis cadenas, encerrada por siete candados, sellada por doce sellos mayores, vaya a esparcirse sobre la pobre alma que tenga la desgracia de encontrar mi cadáver levitando sobre mi cuarto pendiendo de un hilo. Hablo con usted omitiendo detalles y cambiando ideas, con el fin de salvarlo a usted también de los demonios con los que he pactado. Intento, torpemente, evitarle a toda la humanidad caminar como yo. Con un pierna hundida hasta las rodillas en las aguas negras del abismo. No solo cargo como una cruz con el peso de haber comido del fruto de ÉL y haber dicho su nombre siete veces ante un espejo negro, no solo cargo con el pecado de haber escuchado lo que tenía que decirme una noche tormentosa. También cargo por siempre con la anomalía ideológica de vivir según el precepto de sus ideologías. Mi vida es un guion ya escrito, he visto más allá de los recovecos neuronales del ego y descubierto que toda elección basada en libre albedrío es una falsedad. He visto mi vida ciclando infinitamente, danzando en torno al cubo negro por encima del tiempo y el espacio. Todas mis vidas como haces de luz danzante que llegan hacia la misma conclusión. Por supuesto, no sin antes infectar con mis escritos las mentes inmaculadas de aquellos demasiado incrédulos o afanados en lo anómalo, para darse cuenta que leerme es rendir su cordura a cultos anómalos proferidos en lo profundo de un bosque de noche eterna para honrar a aquello que me infecto. Aquello que me toco y marco sobre mi pecho SU símbolo, aquello que, por más que yo quiera, no puedo evitar servir como un acólito; acondicionar la mente humana para su más oscura perversión. El momento en que los dioses arquetípicos regresen de su abismo enviados por la Gran Madre Negra; Sofía, Hécate y Lilith, todas hechas una; para darle eutanasia al sueño que es este mundo y su pobre y necio soñador.
“Hijo mío, veo que el mal te ha tocado, ha hundido sus manos en el más privado confín de tu alma. Veo que sientes que no hay vuelta atrás de las costas impías que has visitado, pero dios siempre recibe con brazos abiertos a quien pide perdón.”
Cállese, usted sabrá mucho sobre hundir manos en lugares privados, ya sean genitales o bolsillos. He venido aquí guiado por un ímpetu que me invade, más no para ser víctima de sus necias predicas. He venido por que alguien tiene que saber lo que pasó esa terrible noche cuando comí de las flores de la locura, las flores de EL.
“Si solo puedo darte paz escuchándote hijo mío, que así sea. Habla y en el nombre de dios limpia tu alma.”
Cállese, usted sabrá mucho sobre hundir manos en lugares privados, ya sean genitales o bolsillos. He venido aquí guiado por un ímpetu que me invade, más no para ser víctima de sus necias predicas. He venido por que alguien tiene que saber lo que pasó esa terrible noche cuando comí de las flores de la locura, las flores de EL.
“Si solo puedo darte paz escuchándote hijo mío, que así sea. Habla y en el nombre de dios limpia tu alma.”
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Todo empezó una noche tormentosa. Para entonces el humo de los opios siniestros, sacramentos para los arcanos dioses que pululan en el universo de nuestras mentes desde antes de que existiera la humanidad, me era tan familiar como lo es el aire que respiro. Para aquel momento reescribir circuitos en mi cerebro meditando en torno a velas sobre círculos de tiza, cantando balbuceos indecibles en idiomas extinguidos, contemplando símbolos arcanos que veía iridiscentes en el abismo insondable de mis ojos cerrados; era una práctica habitual. Por eso cuando se me planteó la propuesta por internet, de comer la pasta azul iridiscente de EL, cantar el Verbo, y contemplar el espejo negro para llamarle no me pareció nada extraño. La propuesta venía como un reto, un juego a realizar tras puertas cerradas, musitado como un meme en foros abominables en esquinas de la red que no me atrevo a delatar. Venia junto a un URL donde se podía comprar con criptomoneda la pasta siniestra, que vendría desde un punto incierto e ignoto en este mundo, quizá desde otro. Se creía que la pasta era la responsable en el paso agigantado que dieron nuestros antepasados simios en su evolución; un revolucionario compuesto que le otorga a quien lo consume un despertar intelectual y espiritual que lo trae a manifestar su máximo potencial; el problema es que todos los que la han usado en el foro, terminan muertos u hospitalizados. Existe, no obstante, otro rumor; que es una formulación ilícita de LSD con Adderall, básicamente un cóctel anómalo que resulta en la forma más fácil de ser acreedor a un internamiento por intoxicación por drogas de abuso.
Lo cierto es que un 28 de abril, me llego un paquete anunciándose como la orden de una tienda virtual china; supuestamente conteniendo un juguete de índole íntima. Poco sabían los de aduana que al lado del vergonzoso objeto, venía en un paquete oscuro, un gramo rectangular del coloidal tóxico que iba a consumir. La idea era consumirlo en la noche que invoca al primero de mayo, mantener la manzana de ÉL oculta en las sombras en un frasco de cristal negro hermético hasta entonces; llamar a un primo para que cuidara de mí, y, por supuesto, jugar La Llamada del Aquelarre; como se le decía al juego.
Mi primo se retrasó mucho, pero no importo por que tenia llaves del apartamento maltrecho y barato, inmerso en los confines de San Pedro. Hacia las 11:00 p.m. no soporte más su retraso. Coloque con tiza un circulo de protección, encendí siete velas y puse el espejo negro de mis meditaciones sobre una silla. Todo en torno a la mesa en el centro de mi apartamento. Tras un cántico siniestro, una oración dicha para los oídos de dioses olvidados, una tonada balbuceada que decía algo así como:
Lo cierto es que un 28 de abril, me llego un paquete anunciándose como la orden de una tienda virtual china; supuestamente conteniendo un juguete de índole íntima. Poco sabían los de aduana que al lado del vergonzoso objeto, venía en un paquete oscuro, un gramo rectangular del coloidal tóxico que iba a consumir. La idea era consumirlo en la noche que invoca al primero de mayo, mantener la manzana de ÉL oculta en las sombras en un frasco de cristal negro hermético hasta entonces; llamar a un primo para que cuidara de mí, y, por supuesto, jugar La Llamada del Aquelarre; como se le decía al juego.
Mi primo se retrasó mucho, pero no importo por que tenia llaves del apartamento maltrecho y barato, inmerso en los confines de San Pedro. Hacia las 11:00 p.m. no soporte más su retraso. Coloque con tiza un circulo de protección, encendí siete velas y puse el espejo negro de mis meditaciones sobre una silla. Todo en torno a la mesa en el centro de mi apartamento. Tras un cántico siniestro, una oración dicha para los oídos de dioses olvidados, una tonada balbuceada que decía algo así como:
“TZOLONDRON, TCHALEHUZTALU. INUAROTSE CHATLOPE CHTILHUTU. ADONAI,LUCIFER, SOPHIA, NYARLATHOTEP.”
El símbolo de ÉL pareció brillar por un momento y en ese instante sin pensarlo mucho decidí comer del fruto. Las velas se gastaron, es mi único indicio de que el tiempo pasó, mi percepción del tiempo se alteró a tal punto que las horas dejaron de importar. Mi primo brillaba por su ausencia pero igual brillaba todo el apartamento en una iridiscencia pálida y azulada; como bañado por la luz de la luna. Alucinaciones comenzaron a ocurrir, todas ellas ya familiares, pero fuera de eso nada ocurrió. Me aburrí, “me estafaron” pensé; de inmediato me hundí en mi sillón con mi computadora a escuchar música y disfrutar de lo que podrían ser muchas horas bañado por la anomalía del pecado que cometí. Poco sabía entonces de la anomalía que ocurre, de lo que acababa de hacer. No entendía entonces, como entiendo ahora que de este sacrilegio no hay retorno. Padre, ni usted, ni Jesús, ni nada puede lavarse de lo que vino después.
Se sintió como un minuto, pero los álbumes de música comenzaban y terminaban. Llegue a sentir la memoria de mi pecado como algo distante que tomó lugar hace días. De pronto una voz irrumpió en el silencio de mi apartamento, una voz gutural que escuche claramente aunque tenía mis audífonos puestos.
“Mae, ya le dio viaje por lo que veo.”
Mi primo, usando una sudadera negra encapuchada por la que se asomaba su larga cabellera rizada al punto de tapar su rostro entre la oscuridad de mi hogar, estaba sentado en una silla viéndome de frente. No cuestione en ese momento su presencia pues le había esperado por horas. Por largo rato hablamos. Me contaba al principio de lo mucho que me amaba él, el resto de nuestra familia, como lamentaban mis fracasos como si fueran propios. Me hizo en ese momento promesas de un futuro brillante en que todos mis dolores presentes no serían más que distantes penas. Me dijo por largo rato cosas sobre mi, mis trastornos de personalidad, mis problemas de salud mental; me habló incluso de los medicamentos que tendría que tomar para acallar el horror del nihilismo que colmara mi vida en el futuro. Luego comenzamos a hablar sobre religión y algo anómalo comenzó a brotar en el aire.
“Lovecraft tiene razón” dijo. "El dios que has adorado hasta hoy es malvado, una bestia lobotomizada que come sus emisiones y se nutre de ti, de mí, de todo lo que existe, existió y existirá; en este y cada uno de los infinitos universos que existen. Cada línea de tiempo, donde cada variable ocurre simultáneamente como un holograma cuántico, cada minuto, cada versión tuya y mía; todo lo que es y podría ser, son su alimento."
Le pedí que indagara más en el asunto, pero desvió el tema recomendando literatura, filósofos, científicos, escritores de horror, los nombres eran demasiado para yo poder retenerlos y aun así lo hice. Discutimos por mucho rato sobre la experiencia humana, mis estados alterados pretendiendo ser un psiconauta, nuestra comida favorita. En fin, hablamos de todo y deje de preocuparme por la anómala aseveración que hizo sobre el tetragramaton. Luego vino lo peor. Comenzó a ahondar más en el tema que le pedí y lo desarrollo con lujo y detalles, comenzó a decirme verdades que nadie debería oír y permanecer cuerdo después. Comenzó a decirme de todo lo que las estrellas callan y los dioses se reprimen. Comenzó a decirme lo que hizo a yahveh enloquecer y lo que hizo jesús por su traición. Comenzó a hablarme de manera injusta sobre las voces que susurran en nuestros oídos más allá del cosmos y como sus mensajes enferman a los hombres, les tornaban los cabellos grises y los envían a buscar la muerte.
Se sintió como un minuto, pero los álbumes de música comenzaban y terminaban. Llegue a sentir la memoria de mi pecado como algo distante que tomó lugar hace días. De pronto una voz irrumpió en el silencio de mi apartamento, una voz gutural que escuche claramente aunque tenía mis audífonos puestos.
“Mae, ya le dio viaje por lo que veo.”
Mi primo, usando una sudadera negra encapuchada por la que se asomaba su larga cabellera rizada al punto de tapar su rostro entre la oscuridad de mi hogar, estaba sentado en una silla viéndome de frente. No cuestione en ese momento su presencia pues le había esperado por horas. Por largo rato hablamos. Me contaba al principio de lo mucho que me amaba él, el resto de nuestra familia, como lamentaban mis fracasos como si fueran propios. Me hizo en ese momento promesas de un futuro brillante en que todos mis dolores presentes no serían más que distantes penas. Me dijo por largo rato cosas sobre mi, mis trastornos de personalidad, mis problemas de salud mental; me habló incluso de los medicamentos que tendría que tomar para acallar el horror del nihilismo que colmara mi vida en el futuro. Luego comenzamos a hablar sobre religión y algo anómalo comenzó a brotar en el aire.
“Lovecraft tiene razón” dijo. "El dios que has adorado hasta hoy es malvado, una bestia lobotomizada que come sus emisiones y se nutre de ti, de mí, de todo lo que existe, existió y existirá; en este y cada uno de los infinitos universos que existen. Cada línea de tiempo, donde cada variable ocurre simultáneamente como un holograma cuántico, cada minuto, cada versión tuya y mía; todo lo que es y podría ser, son su alimento."
Le pedí que indagara más en el asunto, pero desvió el tema recomendando literatura, filósofos, científicos, escritores de horror, los nombres eran demasiado para yo poder retenerlos y aun así lo hice. Discutimos por mucho rato sobre la experiencia humana, mis estados alterados pretendiendo ser un psiconauta, nuestra comida favorita. En fin, hablamos de todo y deje de preocuparme por la anómala aseveración que hizo sobre el tetragramaton. Luego vino lo peor. Comenzó a ahondar más en el tema que le pedí y lo desarrollo con lujo y detalles, comenzó a decirme verdades que nadie debería oír y permanecer cuerdo después. Comenzó a decirme de todo lo que las estrellas callan y los dioses se reprimen. Comenzó a decirme lo que hizo a yahveh enloquecer y lo que hizo jesús por su traición. Comenzó a hablarme de manera injusta sobre las voces que susurran en nuestros oídos más allá del cosmos y como sus mensajes enferman a los hombres, les tornaban los cabellos grises y los envían a buscar la muerte.
Me explico como la religión y todas nuestras ideologías no son más que ideas virulentas, priones patológicos de dogmas mal plegados que destruyen nuestras mentes, nos homogenizan y nos lanzan al fanatismo, la violencia y la ignorancia. Hablo de las mentiras de la igualdad entre hombres, de la verdad del nihilismo y de la necesidad de ver directo al abismo para que EL te envuelva con infinitos regalos.
“Muchos son los dones que hoy vas a ganar, te he inoculado con una ideología más, la última de tu especie. Luego de esto por siempre vas a caminar con la mitad del cuerpo bautizada por las aguas negras del caos. Por siempre las sombras te susurran y escribirás lo que te dictan. Por siempre inocularas a otros con el prión demencial que ahora portas y todos danzan felices, sus mentes siendo portales por los que nuestras miradas se asoman. Hoy te graduás de tu estado como humano, hoy te bautizas y firmas en el libro negro. Hoy descubres el fuego y yo soy prometeo. Yo soy la estrella del alba, tu ahora eres yo.”
Por un momento medito en sus palabras, trato de concentrarme pero el ambiente es pesado y me cuesta respirar. Lo único que ven mis ojos es él y al bajar mi cabeza solo veo sombras. Todo es oscuridad salvo el. Aun así rompo la línea de visión y bajo mi cabeza para pensar, intento analizar sus palabras y recordar dónde he escuchado esa última frase. “La estrella del alba!” repito en voz alta aterrado y vuelvo mi mirada hacia la silla en que estaba sentado hace un momento. Lo que mis ojos me enseñaron me hizo ir al baño a vomitar el resto de la noche.
Sobre la silla donde hace un momento se sentaba mi primo, o lo que fuera ese fantasma, lo único que había era mi espejo negro ovalado. ¿Con que había estado hablando toda la noche?
He pasado años huyendo de la verdad que fue inoculada dentro mio. Me he escondido en drogas, sueños intranquilos y literatura, pero nada llena el hueco negro que palpita en vez de mi corazón. He leído todos los tomos que me recomendó y he visto con estupor y terror como los libros confirman todo lo que eso me dijo esa noche tormentosa. He escrito y lo que empezó en foros, que intranquilizo a mi familia, se ha convertido en un cerro de publicaciones. He ganado atisbos con mis anómalos ritos a mundos fuera del tiempo, fuera de las fauces de dios y he visto el paisaje desolado de infinitos mares negros, donde una dama permanece de pie sobre el abismo y lo insondable se mueve serpenteando bajo las aguas. Pero hay cosas de lo que no se puede escapar.
Mis escritos condenan al lector a la locura, a mi locura. Mis palabras cargan una sentenciosa maldición que chorro sin voluntad sobre todo el que me escucha. El libre albedrío siempre fue una ilusión, pero ahora más que nunca siento una mano insondable guiando mis movimientos desde las sombras. Padre, esta confesión hago hoy antes de ir a quitarme la vida para salvar al mundo de la desolación de la que soy heraldo.
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El silencio inunda el confesionario. El cura ha quedado mudo. El joven que llegó a confesar saca un arma y se dispara en la boca. El estruendo aturde aún más al padre, pero la iglesia queda inalterada. Las velas prendidas a los santos no se apagan, cristo en su cruz aun cuelga exhibido viendo con tristeza y vergüenza a sus seguidores. Los vitrales de santos y via crucis siguen intactos tras siglos de ser confeccionados, moldeados con arena traída por esclavos indígenas. Uno que otro feligrés corre desenfrenado lejos de la iglesia, otros acuden a investigar la fuente del estruendo y la conmoción. El cura sale del confesionario con cara salpicada en sangre. Siente un abominable sabor metálico y su olfato colmado por la sangre y la pólvora. Vuelve su mirada hacia los vitrales tras el púlpito de su iglesia. Mira al cristo crucificado y nota su visión alterarse. Primero ve a las personas como figuras borrosas, luego ve una cortina blanca descender sobre todo lo que ve. Recuerda su hipertensión, su diabetes; siente miedo pero el pensar en un desprendimiento de retina le calma. Pocos segundos después algo irrumpe detrás de esa cortina blanca. Ve estrellas, galaxias, luego una oscuridad insondable y de entre las sombras, negros flagelos serpentean hacia el. Siente sus muñecas y sus tobillos restringidos. Siente algo amorfo recorrerle la cara. Siente a dios, o algo mucho peor. El mismo brío irreprimible que una vez lo mandó a renunciar a todo por su dios, ahora le dicta otra cosa. Ahora ha asumido un nuevo sacerdocio, un negro oficio que le comanda una sola cosa desde esferas distantes del otro lado de las costas de infinidad; más allá del mar negro del que todos emergimos al nacer. Solo una necesidad imperiosa controla su vida ahora. Escribir.
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